domingo, 27 de octubre de 2013

Entrevista capotiana a Oliverio Coelho

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Oliverio Coelho.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Sería sin duda un natatorio o el estudio en que escribo, en caso de que me confinaran solo. Si me confinaran a un solo lugar acompañado, elegiría una cama.
¿Prefiere los animales a la gente?
No generalizaría. No prefiero cualquier animal a la gente. Tampoco cualquier persona a los animales. Pero prefiero mi gata o la perra de mi mujer a la mayoría de los humanos.
¿Es usted cruel?
Raramente, salvo cuando un empleado público me saca de las casillas y la topadora de la burocracia argentina me atropella.  
¿Tiene muchos amigos?
Tengo la cantidad amigos que caben en una vida sin demasiados movimientos. Un racimo. No sé si son muchos, pero sí los que deseo tener. De hecho he dejado de hacer amigos hace años.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que la capacidad de beber y reír sea inversamente proporcional a la envidia y egocentrismo.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No, si hay algo que no dan las amistades, salvo excepciones, es la decepción. Son relaciones finamente tejidas a lo largo de los años. A veces una amistad tarda más en desarrollarse que un amor.
¿Es usted una persona sincera? 
Trato de serlo. Aunque creo que la sinceridad es un brazo de la ética y llega sola.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo o escuchando música.
¿Qué le da más miedo?
Bueno, pasan los años y muy cada tanto el único miedo que me electriza de cuando en cuando es el que emana el insomnio.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La xenofobia. Que el aborto no sea legal. Que la marihuana no sea legal. El maltrato a los animales. El narcisismo de los escritores. 
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No podría haber hecho otra cosa. Soy un completo inútil para todo lo que no sea escribir. Por eso escribo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Natación y ciclismo, esto último por cuestiones pragmáticas, para trasladarme en la ciudad.
¿Sabe cocinar?
Sí, me gusta cocinar. Lo hago casi a diario. También me encanta asar cuando el clima es cálido. Viviría asando. Por suerte existen los inviernos para escribir.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Creo que elegiría a mi padre.  Es un personaje que conocí bien y eso, además de su excentricidad, lo vuelve inolvidable.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Amor.
¿Y la más peligrosa?
Guerra.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. Pero fantaseé: una vez que fui chantajeado y me hicieron un juicio. Fue una fantasía que invertí en una ficción.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Me simpatizan las políticas de izquierda, si eso si significara algo hoy en día. Las políticas de estado que tienden a asegurar la igualdad y no el libre mercado.  
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Me gustaría ser atleta, en particular, nadador. O pianista o gato.
¿Cuáles son sus vicios principales?
No son principales sino medulares. Y más que vicios son debilidades: el single malt y los asados. Y acostarme tarde.
¿Y sus virtudes?
Según dicen, el buen humor y la serenidad, “virtudes” que a veces me hacen parecer un vegetal o un marciano ante ojos de extraños.  
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Pensaría en amores, tal vez en un gran amor. 

T. M.