En
1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía
que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí
mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar
sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte,
forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra
cara, la de la vida, de Juan José Téllez.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
El planeta
tierra. Es un lugar entretenido. Si me apuran, mi azotea de Cádiz o el hotel
Cristina de Algeciras, un apartamento en la calle Pajaritos de Sevilla o un bed
& breakfast de Málaga. Aunque quizá, también, el patio del Hotel Nacional
de La Habana, el templo dorado de Kioto, los canales de Venecia, de Amsterdam o
de San Petersburgo, la casa de Neruda en Isla Negra, el Fat Cat del Village en
New York, The Preservation Hall for Jazz and Dixieland en Nueva Orleans, la
iglesia de San Juan Chamula en Chiapas, los palafitos de Brunei, el casino de
Gibraltar, La Alhambra de Granada, el Raffles de Singapur, todos los bares de
Aguas Calientes a los pies de Machu Pichu, L`ile de France en Sena o Le
Boulevardier en Lyon, la avenida de los volcanes en Quito o la playa de Positos
en Uruguay, la playa de Berlín, el Tortoni de Buenos Aires, cualquier garito
nocturno de Dakar, la Jemaa El Fna de Marrakech, la medina de Fes o el Haffa de
Tánger, los rascacielos de Shanghai, el curso del Orinoco desde Caracas al
Caribe, la hamada argelina, la corniche de Beirut, el Templo del Amanecer en
Bankog, el club Bourbon Street en Nashville, los puentes de Praga, la las
pirámides de Egipto, el Huila en Colombia, la plaza de España en Mobile, la
ópera de Viena o la de Sidney, tres templos en el interior de una gruta a
cincuenta kilómetros de Kuala Lumpur, Candeal en Bahía o la Rosiña en Río, el blanco
nuclear de Mikonos o Santorini, una gallera en Santo Domingo, un atasco en
Metro Manila, la bahía de Auckland a
bordo de un Copa América, la plaza Garibaldi en el DF, cualquier peña flamenca
de Jerez o de Mont de Marsan, la plaza de toros de Nimes, la capilla Sixtina,
la habitación de Juan Ramón y Zenobia en la Universidad portorriqueña de Río
Pîedras, los ventanales del hotel Londres en Donosti y Londres mismo allí donde
esté.
¿Prefiere los animales a la gente?
A Chesterton le
preguntaron en una ocasión qué opinaba de los franceses. Su sensatez repuso:
"No lo sé, no los conozco a todos". Igual me ocurre a mí. No conozco
a todos los animales, ni conozco a toda la gente.
¿Es usted cruel?
Me alegra que me
haga esa pregunta. Ya estaba harto del papel de Bambi. Lo único que me interesa
de la astrología es la influencia de la luna y de las mareas en el carácter de
quien nace bajo un signo u otro. Y yo soy Escorpio.
¿Tiene muchos amigos?
Más de tres mil
en facebook. En la vida real, muchos menos. Quizá treinta. Aunque mi horquilla
de afectos puede llegar a trescientos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Sus cualidades
son las que me buscan a mí. La vida te va regalando a los amigos. A los
enemigos, en cambio, hay que elegirlos cuidadosamente. Los viejos gaditanos
creían en el bajancia. Esto es, a lo largo de la vida encontraban a una persona
que encarnaba sus valores opuestos, le reconocían e incluso le respetaban como
tal. Pero procuraban no cruzarse demasiado con él, por si las moscas.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
¿Cómo va a
decepcionarme cualquiera que sea amigo mío? Dicho oficio, de por sí, tiene
mucho mérito.
¿Es usted una persona sincera?
No tanto como mi
madre, que en paz descanse. Su sentido de la sinceridad le hacía muy a menudo
políticamente incorrecta.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
¿A qué le llama
usted tiempo libre? Un escritor, con independencia de su calidad, no deja de
serlo nunca, así esté tumbado a la bartola o bailando la conga a las tres de la
madrugada.
¿Qué le da más miedo?
El miedo. Lo
conozco. Suele acobardarnos. Los valientes no son aquellos que lo ignoran sino
quienes se enfrentan a él. Yo no lo hago siempre.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La avaricia de
los bancos, la candidez de los votantes, la democracia secuestrada por el
capitalismo salvaje, todas las fronteras –sobre todo las del pensamiento–, las
guerras silenciadas, las hambrunas, las pandemias y los concursos de misses.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué
habría hecho?
Uno no decide la
vida. La vida le decide a uno. Seguro que tengo buen karma porque ha tenido la
deferencia de no hacerme notario ni contable. Mi padre era albañil y siempre
fue muy creativo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
El sexo, pero
hace mucho que dejó de ser un simple acto de gimnasia para mí. Ahora es amor. E
ignoro si puede considerarse deporte olímpico.
¿Sabe cocinar?
Un sandwich, un
filete vuelta y vuelta, a lo sumo. Pero tengo el teléfono de telepizza siempre
a mano.
Si el Reader’s Digest le
encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a
quién elegiría?
No creo que mis
personajes inolvidables le interesen mucho al Reader´s: entre los muertos, ¿Camarón? ¿Paul Bowles? ¿Javier Egea?
¿Aurora de Albornoz, sus largas boquillas y su parfaït amour? ¿José Heredia
Maya? ¿Carlos Cano? ¿María Zambrano? ¿Mohamed Chukri? ¿Juan Luis Galiardo?
¿Lola Flores? ¿Chano Lobato? Quizá escribiría sobre Fernando Quiñones, que
trabajó en la delegación de Madrid de dicha revista, hasta que un día decidió
despedirse y se cortó la coleta vestido de traje de luces, en plena redacción y
ante el estupor de los jefes gringos.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Libertad. Su
búsqueda ha hecho la historia.
¿Y la más peligrosa?
Libertad. En su
nombre se han cometido demasiados crímenes. Y se siguen cometiendo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
De tarde en
tarde. Pero sólo he llegado a alegrarme, más o menos en la intimidad, cuando
alguien lo ha hecho por mí.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Muy tendenciosas.
Entre rojo y dandy. Con contradicciones, en el primer caso. Con lamparones, en
el segundo.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
¿El hombre de
Martini, un Aston Martin, modelo de alta costura, un baobab, un mono bonobo?
Virgencita mía, que me quede como estoy.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La adición a las
teleseries de psicópatas, la bigamia entre la marihuana y el hachís, el
fetichismo, una profunda aversión a los chats de internet y cierta propensión a
las conversaciones reales.
¿Y sus virtudes?
A grandes rasgos,
las mismas. Junto con la clara vocación de seducir a la vida para que ella me
siga seduciendo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema
clásico, le pasarían por la cabeza?
Las clases de natación
a las que nunca acudí.
T.
M.