martes, 10 de diciembre de 2013

Entrevista capotiana a Juan José Téllez

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Juan José Téllez.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
El planeta tierra. Es un lugar entretenido. Si me apuran, mi azotea de Cádiz o el hotel Cristina de Algeciras, un apartamento en la calle Pajaritos de Sevilla o un bed & breakfast de Málaga. Aunque quizá, también, el patio del Hotel Nacional de La Habana, el templo dorado de Kioto, los canales de Venecia, de Amsterdam o de San Petersburgo, la casa de Neruda en Isla Negra, el Fat Cat del Village en New York, The Preservation Hall for Jazz and Dixieland en Nueva Orleans, la iglesia de San Juan Chamula en Chiapas, los palafitos de Brunei, el casino de Gibraltar, La Alhambra de Granada, el Raffles de Singapur, todos los bares de Aguas Calientes a los pies de Machu Pichu, L`ile de France en Sena o Le Boulevardier en Lyon, la avenida de los volcanes en Quito o la playa de Positos en Uruguay, la playa de Berlín, el Tortoni de Buenos Aires, cualquier garito nocturno de Dakar, la Jemaa El Fna de Marrakech, la medina de Fes o el Haffa de Tánger, los rascacielos de Shanghai, el curso del Orinoco desde Caracas al Caribe, la hamada argelina, la corniche de Beirut, el Templo del Amanecer en Bankog, el club Bourbon Street en Nashville, los puentes de Praga, la las pirámides de Egipto, el Huila en Colombia, la plaza de España en Mobile, la ópera de Viena o la de Sidney, tres templos en el interior de una gruta a cincuenta kilómetros de Kuala Lumpur, Candeal en Bahía o la Rosiña en Río, el blanco nuclear de Mikonos o Santorini, una gallera en Santo Domingo, un atasco en Metro Manila,  la bahía de Auckland a bordo de un Copa América, la plaza Garibaldi en el DF, cualquier peña flamenca de Jerez o de Mont de Marsan, la plaza de toros de Nimes, la capilla Sixtina, la habitación de Juan Ramón y Zenobia en la Universidad portorriqueña de Río Pîedras, los ventanales del hotel Londres en Donosti y Londres mismo allí donde esté.
¿Prefiere los animales a la gente?
A Chesterton le preguntaron en una ocasión qué opinaba de los franceses. Su sensatez repuso: "No lo sé, no los conozco a todos". Igual me ocurre a mí. No conozco a todos los animales, ni conozco a toda la gente.
¿Es usted cruel?
Me alegra que me haga esa pregunta. Ya estaba harto del papel de Bambi. Lo único que me interesa de la astrología es la influencia de la luna y de las mareas en el carácter de quien nace bajo un signo u otro. Y yo soy Escorpio.
¿Tiene muchos amigos?
Más de tres mil en facebook. En la vida real, muchos menos. Quizá treinta. Aunque mi horquilla de afectos puede llegar a trescientos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Sus cualidades son las que me buscan a mí. La vida te va regalando a los amigos. A los enemigos, en cambio, hay que elegirlos cuidadosamente. Los viejos gaditanos creían en el bajancia. Esto es, a lo largo de la vida encontraban a una persona que encarnaba sus valores opuestos, le reconocían e incluso le respetaban como tal. Pero procuraban no cruzarse demasiado con él, por si las moscas.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
¿Cómo va a decepcionarme cualquiera que sea amigo mío? Dicho oficio, de por sí, tiene mucho mérito.
¿Es usted una persona sincera? 
No tanto como mi madre, que en paz descanse. Su sentido de la sinceridad le hacía muy a menudo políticamente incorrecta.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
¿A qué le llama usted tiempo libre? Un escritor, con independencia de su calidad, no deja de serlo nunca, así esté tumbado a la bartola o bailando la conga a las tres de la madrugada.
¿Qué le da más miedo?
El miedo. Lo conozco. Suele acobardarnos. Los valientes no son aquellos que lo ignoran sino quienes se enfrentan a él. Yo no lo hago siempre.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La avaricia de los bancos, la candidez de los votantes, la democracia secuestrada por el capitalismo salvaje, todas las fronteras –sobre todo las del pensamiento–, las guerras silenciadas, las hambrunas, las pandemias y los concursos de misses.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Uno no decide la vida. La vida le decide a uno. Seguro que tengo buen karma porque ha tenido la deferencia de no hacerme notario ni contable. Mi padre era albañil y siempre fue muy creativo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
El sexo, pero hace mucho que dejó de ser un simple acto de gimnasia para mí. Ahora es amor. E ignoro si puede considerarse deporte olímpico.
¿Sabe cocinar?
Un sandwich, un filete vuelta y vuelta, a lo sumo. Pero tengo el teléfono de telepizza siempre a mano.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
No creo que mis personajes inolvidables le interesen mucho al Reader´s: entre los muertos, ¿Camarón? ¿Paul Bowles? ¿Javier Egea? ¿Aurora de Albornoz, sus largas boquillas y su parfaït amour? ¿José Heredia Maya? ¿Carlos Cano? ¿María Zambrano? ¿Mohamed Chukri? ¿Juan Luis Galiardo? ¿Lola Flores? ¿Chano Lobato? Quizá escribiría sobre Fernando Quiñones, que trabajó en la delegación de Madrid de dicha revista, hasta que un día decidió despedirse y se cortó la coleta vestido de traje de luces, en plena redacción y ante el estupor de los jefes gringos.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Libertad. Su búsqueda ha hecho la historia.
¿Y la más peligrosa?
Libertad. En su nombre se han cometido demasiados crímenes. Y se siguen cometiendo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
De tarde en tarde. Pero sólo he llegado a alegrarme, más o menos en la intimidad, cuando alguien lo ha hecho por mí.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Muy tendenciosas. Entre rojo y dandy. Con contradicciones, en el primer caso. Con lamparones, en el segundo.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
¿El hombre de Martini, un Aston Martin, modelo de alta costura, un baobab, un mono bonobo? Virgencita mía, que me quede como estoy.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La adición a las teleseries de psicópatas, la bigamia entre la marihuana y el hachís, el fetichismo, una profunda aversión a los chats de internet y cierta propensión a las conversaciones reales.
¿Y sus virtudes?
A grandes rasgos, las mismas. Junto con la clara vocación de seducir a la vida para que ella me siga seduciendo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Las clases de natación a las que nunca acudí.
T. M.