Hace justo dos
años señalé en este blog, en la entrada “Blanes adueñándose de Bolaño”, cómo el
ayuntamiento de esta localidad gerundense –¿o habría que decir girondense,
vocablo que no existe, para cumplir con la estupidez de la corrección lingüístico-política
que ha convertido en Gerona en Girona incluso hablando en español?– se había
inventado una “Ruta Bolaño” donde se indicaban, con letreros bien visibles,
aquellos lugares a los que acudía el escritor, ya fuera una estación de tren o
la papelería donde compraba. Este verano, internándome por el pueblo, veo con
desolación esos carteles que, en vez de tributar un grato recuerdo al chileno,
convierten en homenaje provinciano y turístico-cultural cutre a más no poder la
figura del autor de 2666. Muy bien,
solía ir a una pastelería habitualmente, y en esta calle vivió y en aquella otra
alquiló un pequeño estudio sin teléfono. ¿Y qué? Lo único válido que tiene que
hacer el Ayuntamiento de Blanes, si tanto quiere promover a su ilustre
ciudadano, muerto prematuramente y ya convertido en un clásico del siglo XXI,
es dotar a la biblioteca de ejemplares de sus libros, o realizar actos
culturales en relación con su obra, en definitiva decantarse más por el cultivo
de la Literatura y la lectura que por el turismo masivo y el aprovechamiento salvaje
de cada centímetro de pueblo mediante parquímetros. Yo, en mi testamento, daré instrucciones para algo parecido. Como mi importancia literaria no va más allá del umbral de mi casa, dejaré dicho a los míos que pongan carteles sobre mi pasada vida, también en cuatro idiomas, para internacionalizar la información entre mi familia y hacerla más cool: "en esta cocina el autor cortó cebollas"; "en este lavabo el autor se lavó los dientes"; "en este sofá el autor leía libros", e incluso, si la comunidad de vecinos lo tolera: "en este buzón el autor introducía las llaves para sacar el correo", y ya en delirio callejero, y desafiando a nuestro multimillonario alcalde: "en estos contenedores de colores tan bonitos el autor reciclaba la basura"... Tales carteles rojos con el
rostro de Bolaño, y es una verdadera lástima, una rabia pasear por un lugar tan
especial y bello como Blanes, porque ningún gran escritor se merece que lo
recuerden de esa manera tan pachanguera, tienen el olor del monumento que se
quedará en plena calle oxidándose, y rebajan la grandeza de su obra a la del
frívolo atractivo chismoso. Al caminar y verlos, aparto la mirada, de la vergüenza
ajena, menos en una ocasión, para dar testimonio fotográfico de lo que nunca
debería haberse colocado.