lunes, 8 de septiembre de 2014

Entrevista capotiana a Francisco José Martínez Morán

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Francisco José Martínez Morán.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
En mi habitación de juventud, muy a la pascaliana.
¿Prefiere los animales a la gente?
De ninguna manera.
¿Es usted cruel?
Me gusta creer que no, pero en varias ocasiones me he sorprendido a mí mismo siendo más que cruel con personas que no lo merecían en absoluto.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo una cantidad sorprendente de conocidos, de amistades superficiales. Su número es inversamente proporcional al de mis amigos verdaderos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Ninguna en concreto. Pero eso sí: no puedo trabar amistad con alguien al que, de una forma u otra, no admire.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Yo los decepciono mucho más a ellos. Soy malísimo en lo que a conservar amistades se refiere. De hecho, este es uno de los temas principales de mi escritura.
¿Es usted una persona sincera? 
Me remito a la respuesta sobre la crueldad. Sirve también aquí a la perfección.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
No tengo tiempo libre. Supongo que debería buscarlo.
¿Qué le da más miedo?
El futuro de mi hija. La salud de mi esposa.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La hipocresía indisimulada. El abuso de poder.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Astrofísica o paleontología.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, pero solo a rachas.
¿Sabe cocinar?
Sí, me encanta cocinar. Lo hago todos los días.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Kafka.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Ninguna en particular. No creo que (para mí al menos) exista un término que tenga tal propiedad. Niño es un tópico dañino, como lo es felicidad.
¿Y la más peligrosa?
Convicción. Muy cerca, como antes señalaba, felicidad.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Jamás.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Me seduce una izquierda que, paradójicamente, está muy a la izquierda de la izquierda masiva. Con los años he llegado a la conclusión de que el problema, en todo caso, no estriba en las ideas, sino en los compañeros de viaje.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Una enciclopedia. O tal vez, un delfín.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La adicción al trabajo y, al unísono, la procrastinación.
¿Y sus virtudes?
Ninguna particularmente reseñable.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Hace un tiempo habría dudado a la hora de responder a esta pregunta. Hoy lo tengo claro: el rostro de mi hija.
T. M.