martes, 2 de septiembre de 2014

Entrevista capotiana a José Javier Esparza

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de José Javier Esparza.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una cabaña, en una montaña, dentro de un bosque, en la cordillera cantábrica. Alternativamente, una casita de pescador junto al mar, en alguna playa mediterránea… de las de antes de 1960.
¿Prefiere los animales a la gente?
La gente, por naturaleza, decepciona. Los animales, no. Pero es precisamente eso lo que hace interesante a la gente. Me quedo con la gente. Por otro lado… ¡tantas veces nos comportamos como animales…!
¿Es usted cruel?
Conmigo mismo, a menudo.
¿Tiene muchos amigos?
Amigos con A mayúscula, muy pocos: cuatro, cinco… Relaciones amistosas sostenidas en el tiempo, muchas, sí. Relaciones hostiles, también, lamentablemente.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No las busco. Vienen solas con ellos. Sentido de la camaradería, inteligencia despiadada, un sentido poco convencional de la realidad, una visión estética de la vida, espiritualidad equilibrada, rusticidad, amor por la vida al aire libre… A lo mejor por eso son tan pocos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
He leído demasiado a Schopenhauer, con perdón, como para esperar demasiado de nadie, ni siquiera de mis amigos. No, no suelen.
¿Es usted una persona sincera?
Sí. Incluso ahora.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
El campo. El monte.
¿Qué le da más miedo?
Perder mi ojo sano.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
A ciertas edades dejas de escandalizarte. Pero sigue habiendo muchas cosas que me entristecen hasta la ira: la ignorancia jactanciosa, la cobardía, la falta de sentido del honor, el silencio ante la injusticia…
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Lo que estuve a punto de hacer en mi juventud: ser militar.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Corro por el monte. Mucho. Todo lo que puedo.
¿Sabe cocinar?
Yo sostengo que sí. Los comensales no siempre están de acuerdo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Para mí, el escritor alemán Ernst Jünger: es la persona que más me ha marcado personal e intelectualmente.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Dios.
¿Y la más peligrosa?
Globalización, cosmópolis… La civilización técnica mata el alma.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
¡Eso no se pregunta, hombre! (Es decir que la respuesta es sí; pero no especificaré a quién).
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Más allá de la extrema izquierda y de la extrema derecha, dando la vuelta completa al hemiciclo y situándome detrás del presidente de la cámara. Pero más bien a derecha, en fin… Escribí un libro sobre eso: “En busca de la derecha (perdida)”.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Colono castellano en el siglo IX, conquistador en el imperio inca, corsario de Saint-Malo, plantador de café en Brasil, guerrillero carlista en el Maestrazgo, mercenario en el Congo, pianista en la corte de Luis de Baviera, qué sé yo. ¡Hay tantas vidas posibles…!
¿Cuáles son sus vicios principales?
El tabaco y la obstinación.
¿Y sus virtudes?
Una chica me dijo una vez: “eres un puto encanto”. Igual es eso…
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Me temo que mi esposa y mis hijos: nada fuera de lo común. Y ellos se lo merecen.

T. M.