sábado, 6 de septiembre de 2014

Entrevista capotiana a Santiago García Tirado

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Santiago García Tirado.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Barcelona, a las 6 de la tarde, en el jardín del Hospital de la Sta. Creu. Podría estar ahí toda la vida, con la condición perenne de la hora.
¿Prefiere los animales a la gente?
No, hombre, no. Y me incordian los que posan como animalistas para acabar diciendo que son mejores que las personas. Nunca es así, excepto cuando las personas visten uniforme, de tipo militar o religioso, que empeoran.
¿Es usted cruel?
Para eso hace falta mucha dedicación, ¿no? Un gasto de energía que yo, que tiendo a la conservación universal de la energía, no estoy dispuesto a dedicar a gente despreciable.  
¿Tiene muchos amigos?
Quiero a mucha gente. Lo peor de la movilidad exterior, que diría algún prócer de por aquí, es que uno roza en la vida con mucha gente atractiva, inteligente y/o bella a quien las circunstancias terminan alejando de nosotros. Si los amigos son eso, tengo muchos. Personas de las que nos servimos como ayudantes, confidentes, etc., las mal llamadas amigos, tengo pocas, las que el espacio/tiempo en que me inserto, que es muy limitado, me ha puesto a mano.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Busco amigos, tengan las cualidades que tengan. En consecuencia tengo amigos muy variados. Ahora bien, si analizo qué tienen mis amigos en común, creo que coinciden en creatividad y ansia de vivir, lo que me lleva a sospechar que ambas cosas sean la misma.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Lo que sucede en la vida es que se producen reajustes continuos entre expectativas y realidades. Uno espera determinadas reacciones de sus amigos simplemente porque no los conoce en profundidad, o bien porque se ha configurado de ellos una imagen que la realidad se encarga de hacer añicos. El problema es mío, por empeñarme en ese desajuste.
¿Es usted una persona sincera? 
Cultivo la sinceridad, pero cultivo más la buena educación. Huyo por principio de esa gente horrible y rígida que se parapeta tras una sinceridad insobornable, como si en tal cosa hubiese una virtud. No quiero a esos tipos, no pueden ser mis amigos. Sin embargo, confieso que mi sinceridad es pobre. A menudo, para ser sincero me ha faltado valentía, que es una cualidad en riesgo de extinción y por la que me gustaría haber hecho más.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
No entiendo qué es el tiempo libre. Mi vida corre bajo la supervisión de ese déspota que es el tiempo, y vivo con la obsesión de que el día más inoportuno marcará mi hora. Creo en Quevedo, y soy un creyente neurótico. Lo que la gente llama tiempo libre supongo que es el rato en que se aburren, pero yo me niego a ese lujo. En parte por eso dedico mucho tiempo a leer (leo una media de 80-90 libros al año), no porque sea tiempo libre, sino porque cada libro multiplica mi existencia con otras tantas vidas paralelas. Un engaño fabuloso que me permite negociar con el tiempo, especular y sacarle un rédito por el que creo vivir cuatro o cinco veces más por día. Y lamento mucho no poder leer más.
¿Qué le da más miedo?
La procesión de los días.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Seres humanos que devoran seres humanos, corporaciones que aumentan ingresos lanzando a la pobreza a hordas enteras de ciudadanos, religiosos y moralistas que no dicen nada frente a eso.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Supongo que habría logrado ser un cínico, pero de nivel alto, como efecto colateral de mi neurosis. Me impide hacer nada a medias.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Subo todas las escaleras que encuentro en mi camino. Si hay líneas rectas y hay escaleras, tomo las escaleras, incluso cuando cargo con la compra. Es decir, que hago ejercicio si me coge al paso; en caso contrario solo ejercito el sistema nervioso, que da muchas posibilidades.
¿Sabe cocinar?
No. Tengo en mi entorno lugares donde puedo comprar la comida ya preparada, y doy gracias a mis dioses por otorgarme esa bendición que me permite, por un módico precio, vivir dedicado a lo que me gusta, que es leer. También me dedico a mi gente, claro. Entre pasar dos horas cocinando y pasar dos horas con mi pareja, elijo lo segundo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Probablemente recomendaría a Robert Walser, con la condición de que se contara su vida hacia atrás, desde el momento en que aparece sobre la nieve, muerto, señalado por sus pisadas. Luego vendrían esos 23 años en los que no escribe y simplemente deja que corran los días en el frenopático de Waldau. Otros candidatos posibles: Caravaggio, Alma Mahler, Pico della Mirandola.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Mamá. Y la siguiente en el proceso de aprendizaje del niño: Agua.
¿Y la más peligrosa?
Yo. El pronombre echa fuera los matices, y el de primera persona siempre manifiesta una tendencia a dominar en el universo. Como puede observarse, la tiranía es un problema que tiene su origen en el lenguaje.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No, matar por mí mismo me requeriría una cantidad de energía y concentración que no estoy dispuesto a invertir en nadie que no sea yo mismo. Y el suicidio es muy feo. Lo que sí deseo todos los días es que cierta gente desaparezca del mundo, gente con nombres y apellidos. Mi lista es larga. Cuando muere esa gente la tierra se ensancha un poco.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Ahora mismo me siento desnortado, como todos. Nos hallamos en puertas de un cambio de ciclo a nivel mundial, solo que no sabemos qué vendrá a continuación. Ni siquiera Botín lo sabe. Si algo me queda claro es que en el nuevo paradigma habrá una fiscalización continua de los que administran lo público, con leyes que empezarán poniendo límites a los de arriba, justo al contrario de como se han entendido las leyes a lo largo de la historia, un asunto diseñado para aplicación exclusiva de la plebe.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Árbol, para ver pasar el sol todos los días y reírme de que la gente corra a todas horas, para ver cómo cada generación se deslíe cuando llega a su fin y la sucede la siguiente. La sensibilidad del árbol es, además, menos aguda que la nuestra, de ahí que los cambios le afecten de una forma más atemperada. Eso está en relación directa con su longevidad, y yo los envidio por eso.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Involucrarme en proyectos que no van a tener éxito. Es una deformación romántica.
¿Y sus virtudes?
Involucrarme sin límite en cada proyecto. Aprender continuamente. Y mantener intacta mi capacidad de sorpresa, pese a que debería estar ya perfectamente aclimatado a este mundo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Pensaría: "Joder, otra vez se hace oscuro y no salgo en los créditos". A continuación me encontraría con la sonrisa sanadora de N. y luego, nada. Tengo poca tolerancia a la apnea.
T. M.