sábado, 18 de octubre de 2014

Entrevista capotiana a Fernando Butazzoni

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Fernando Butazzoni.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
El Universo, sin duda. ¡Ja! Me parece que en esta fui más inteligente que Truman Capote… Creo que el Universo siempre sería un lugar adecuado en caso de no poder salir de allí. Más allá de la broma, ocurre que yo me siento un electrón: puedo ser y no ser al mismo tiempo, estar en dos lugares a la vez, ser inocuo y catastrófico… Me muevo más rápido que un agente literario en Frankfurt.
¿Prefiere los animales a la gente?
Las computadoras, que vienen a ser un híbrido entre la gente, los animales y el mundo mineral. Las computadoras son más económicas que las personas y menos complicadas que las mascotas. No hay que vacunarlas ni llevarlas de paseo. Aunque aclaro que también me gustan las vacas… a la parrilla.
¿Es usted cruel?
Sí, mucho. Mi crueldad no tiene límites, aunque la ejerzo solamente conmigo mismo. Soy un gran admirador de la teoría económica de Freud, ese viejo loco. Además, la crueldad con los otros no tiene gracia salvo en tonteras como Criminal Minds. Esa crueldad para con los demás se la dejo a los políticos profesionales, que son capaces de encontrarle el gusto a casi cualquier cosa.
¿Tiene muchos amigos?
Dos. Será porque no uso Facebook.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No busco en ellos cualidades, sino sentimientos verdaderos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No espero nada de ellos. Ellos no esperan nada de mí. No hay decepción posible.
¿Es usted una persona sincera? 
¡Dios me libre de ello! Procuro ser honesto, que es otra cosa. Para empezar, la sinceridad es asunto de lenguajes. Los más grandes hijos de puta de la historia han sido casi siempre hijos de las circunstancias: sinceros y austeros. Una excepción tal vez sea Pinochet, que no fue sincero ni consigo mismo y que además cultivaba una austeridad falsa al tiempo que amasaba millones por debajo de la mesa… Digo que es una excepción porque él sin duda califica en esa categoría filosófica, la de los hijos de puta. Baltasar Garzón se hizo héroe con eso.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Bueno, para que mi tiempo libre sea tal, justamente no debo ocuparlo… Ahora, siguiendo con la lógica semántica de la pregunta, diré que hago muchas cosas que no forman parte de ningún trabajo, y que me encantan. Pasear por la orilla del mar en Cuchilla Alta, en la costa uruguaya, es una de esas cosas que me reconcilian con Dios. La historia humana es igual que ese discurrir de olas. “La mer, la mer, toujurs recomencée”. Ojo: no es que me haga el culto (“no quiero demostrar una erudición que no poseo”, diría Papá Hemingway), pero Valéry me suena tan suave como esas olas. Además leo mucho, pero eso ya forma parte del trabajo, así que no es tiempo libre. Leer a Murakami, por ejemplo, es todo un trabajito… Aunque en realidad yo no leo a Murakami sino a su traductor al español. Así que no sé a quién cargarle la culpa. ¿En qué estaba?
¿Qué le da más miedo?
El progresivo deterioro moral de nuestra especie. O más bien: la velocidad a la que acontece dicho deterioro.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Las expresiones concretas de ese deterioro: la frivolidad, la estupidez, los discursos dobles como los de Obama, o triples como los de Cristina Kirchner, o cuádruples como los de Nicolás Maduro o Vladimir Putin, ese pequeño zar posmoderno que quiere meterse algunos países en el bolsillo. También está Evo Morales y el asunto aquel de los homosexuales y los pollos, aunque mejor la dejo aquí, porque creo que en esa zona de la izquierda el horno no está para pollos. Me escandaliza el antisemitismo imperante en buena parte de la intelectualidad progresista. Esa categoría de “intelectualidad progresista” también es de escándalo.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Supongo que estaría muerto desde hace algún tiempo. La literatura me ha salvado la vida. La literatura y mi mujer, Lucy, que es la mejor literatura del mundo. Pero ya se sabe: “Quien gane su vida la perderá, y quien pierda su vida la ganará”. Nunca entendí del todo ese pasaje del Evangelio, pero aquí aplica.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Bueno, soy un lector bastante enérgico. ¿Eso cuenta?
¿Sabe cocinar?
Oh, sí. Soy muy bueno con la parrilla. Mi bife angosto es famoso en todo el Río de la Plata. Muchos poetas de distintos países, en especial argentinos, se han inspirado gratis con mis carnes a las brasas. Narradores no tanto… Es que los narradores, sobre todos los novelistas, somos unos ingratos.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Si el Reader’s Digest me encargara escribir un artículo creo que me suicidaría, así que nunca escribiría nada para esa revista de mierda.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Esto que voy a responder es un homenaje a Capote y, pese a todo, a la especie humana. Creo que esa palabra es: “anhelo”.
¿Y la más peligrosa?
Cállate.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Ocurre, y lo digo con llaneza (que rima con tristeza) que en mi juventud yo combatí en una guerra. Y el hecho es que cuando uno dispara una ráfaga de ametralladora en la noche, hacia la oscuridad de una trinchera enemiga, te aseguro que no lo hace para amedrentar a nadie, sino para matar. Por razones obvias, prefiero no abundar en el punto.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy un liberal de izquierda, si es que eso todavía existe. Antes era más izquierdista que liberal. Ahora creo que tengo un equilibrio tal que a veces me da vértigo… Eso me ha generado muchas enemistades y ningún consuelo, excepto la paz con mi propia conciencia. Hay gente que por distintos motivos se ha quedado anclada en el pasado: en las consignas, en las valoraciones y hasta en la estética del pasado. Eso es una negación patética de la dialéctica, y del simple decurso de la vida social. El mundo de hoy no tiene casi nada en común con el de hace treinta años. Sin embargo, una parte de la izquierda está empantanada en aquel pasado. Cuando leo algunas cosas que se escriben sobre Venezuela o sobre Cuba, me pongo bizco. Es como si Groucho Marx dialogara con el papa Wojtyla. Claro que eso también pasa en la derecha, en todo el mundo: ahí tenemos a Mariano Rajoy, que es una especie de Margaret Thatcher con barba.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Árbol.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Creer en el Hombre, en el amor, en la solidaridad humana, en el futuro. Pese a todo, creer. He intentado dejar esos vicios, pero el síndrome de abstinencia es espantoso. Recaigo una y otra y otra vez.
¿Y sus virtudes?
Esta pregunta es fácil. La fórmula me la dio un señor a quien conocí hace años: “Sólo mi humildad supera a mi grandeza”.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Una imagen: las branquias de Kevin Kostner en aquella película marítima… No recuerdo el nombre del film, pero era tan malo que era bueno. Ahí tengo otra opción: un plan B si me estuviera ahogando sería tratar de acordarme del nombre de esa peli. Seguro que a flote no saldría, pero todo no se puede.

T. M.