domingo, 26 de octubre de 2014

Entrevista capotiana a Olalla Castro

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Olalla Castro.
                                             
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
En estos momentos, la novela “Doctor Pasavento”, de Enrique Vila-Matas. Así podría dedicarme a perseguir al fantasma de Robert Walser, a pisar la nieve blanca de los alrededores del sanatorio de Herisau y a aprender el difícil y fascinante arte de la desaparición.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero los gatos a la gente, la gente a los reptiles y los reptiles no humanos a aquéllos que usan corbata, sin duda...
¿Es usted cruel?
Puedo serlo, claro. Pero procuro reservar mi mezquindad para los mezquinos que gustan de aplastar a quienes son más débiles o tienen menos poder.
¿Tiene muchos amigos?
Muchos y buenos, por fortuna. Amigos que respetan mis silencios, mi gusto por la soledad y el que dé pocas señales de vida. Amigos que saben que, cuando me necesitan, sólo tienen que silbar para que acuda a su lado, y eso les basta.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Me gusta respetar y admirar a quienes quiero. De las personas, me atraen especialmente la sensibilidad, la honestidad, la creatividad, la inteligencia, la insobornabilidad y las ganas de luchar por aquello en lo que creen.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Sólo me decepcionan los amigos que a la larga dejan de serlo o, lo que es peor, que resultan no haberlo sido nunca.
¿Es usted una persona sincera? 
De unos años a esta parte, cada vez más, aunque me cueste granjearme más de una antipatía. Reconozco que a veces peco de falta de tacto.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Tengo varios rituales favoritos. Escribir o leer, escuchar música, componer o grabar canciones, son las cosas que más me gusta hacer a solas. En compañía, pasar un buen rato delante de un café con uno de esos amigos que veo de tanto en tanto o dar vueltas en la cama toda la mañana, pegándome al cuerpo de alguien a quien deseo y amo.                           
¿Qué le da más miedo?
Aunque suene a tópico o frase hecha, el miedo en sí mismo me aterra. Enfermar o morir, o que enfermen o mueran aquellos a quienes quiero -ese lugar común de la humanidad-, es lo que más me asusta.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me escandalizan tantas cosas que la entrevista se convertiría en un texto infinito si las enumerase todas. En general, me escandaliza el rumbo del mundo. Me escandaliza que el ser humano no sea capaz de vivir sin explotar a otros seres humanos. Me escandalizan las llamadas “democracias” occidentales. Me escandaliza el colonialismo y el expolio de tantos pueblos. Me escandaliza el sistema capitalista y la guerra sin cuartel de los dueños de la propiedad y el dinero contra mi clase. Me escandaliza el alcance del patriarcado, que ser mujer haya significado siempre, en cualquier lugar y en cualquier época histórica, estar sometida. Me escandaliza la mercantilización de los valores y las personas. Me escandaliza saber de lo que somos capaces.    
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Aburrirme terriblemente.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Tecleo. Mis dedos están en plena forma.
¿Sabe cocinar?
Sí. Me gusta comer y ser autónoma. No me queda otra que saber cocinar, pues.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A alguno de los personajes de novela que más me han fascinado por su extrañeza: Ralkolnikov, de Dostoievsky, Bartleby, de Melville, Joseph K., de Kafka, el innombrable de Beckett, el señor Meursault de Camus o Ulrich, de Musil.  
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Lucha.
¿Y la más peligrosa?
Posiblemente, la misma.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Constantemente. Aunque dudo que, llegado el momento, pudiera hacerlo (espero que no me detengan por esta afirmación).
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy feminista, marxista y soberanista andaluza. En ese orden.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
En mi caso, la respuesta no es qué sino quién me gustaría ser. Como en la película de Kaufman y Jonze, “Cómo ser John Malkovich”, me gustaría que existiera un pasadizo que me llevara directamente al interior de muchos de mis escritores y escritoras favoritos. Eso me permitiría ser por un rato cada uno de ellos y, lo que es mejor, poder seguir siendo, a la vez, yo.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La lista es larga. Puedo ser antipática, brusca, orgullosa, competitiva y una “sabelotodo” insoportable.
¿Y sus virtudes?
La principal es que puedo ser todo lo anterior y, a la vez, todo lo contrario.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
No tengo ni la menor idea y espero no tenerla nunca.

T. M.