En 1972, Truman Capote publicó un original texto que
venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros
ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con
astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus
frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman
la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de
la vida, de Olalla Castro.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
En estos momentos,
la novela “Doctor Pasavento”, de Enrique Vila-Matas. Así podría dedicarme a
perseguir al fantasma de Robert Walser, a pisar la nieve blanca de los
alrededores del sanatorio de Herisau y a aprender el difícil y fascinante arte
de la desaparición.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero los gatos a
la gente, la gente a los reptiles y los reptiles no humanos a aquéllos que usan
corbata, sin duda...
¿Es usted cruel?
Puedo serlo, claro. Pero procuro reservar mi mezquindad para los mezquinos
que gustan de aplastar a quienes son más débiles o tienen menos poder.
¿Tiene muchos amigos?
Muchos y buenos, por fortuna. Amigos que respetan mis silencios, mi gusto
por la soledad y el que dé pocas señales de vida. Amigos que saben que, cuando
me necesitan, sólo tienen que silbar para que acuda a su lado, y eso les basta.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Me gusta respetar y admirar a quienes quiero. De las personas, me atraen
especialmente la sensibilidad, la honestidad, la creatividad, la inteligencia,
la insobornabilidad y las ganas de luchar por aquello en lo que creen.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Sólo me decepcionan los
amigos que a la larga dejan de serlo o, lo que es peor, que resultan no haberlo
sido nunca.
¿Es usted una persona sincera?
De unos años a esta
parte, cada vez más, aunque me cueste granjearme más de una antipatía.
Reconozco que a veces peco de falta de tacto.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Tengo varios rituales favoritos. Escribir o leer, escuchar música, componer
o grabar canciones, son las cosas que más me gusta hacer a solas. En compañía,
pasar un buen rato delante de un café con uno de esos amigos que veo de tanto
en tanto o dar vueltas en la cama toda la mañana, pegándome al cuerpo de
alguien a quien deseo y amo.
¿Qué le da más miedo?
Aunque suene a
tópico o frase hecha, el miedo en sí mismo me aterra. Enfermar o morir, o que
enfermen o mueran aquellos a quienes quiero -ese lugar común de la humanidad-,
es lo que más me asusta.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
Me escandalizan tantas cosas que la entrevista se convertiría en un texto
infinito si las enumerase todas. En general, me escandaliza el rumbo del mundo.
Me escandaliza que el ser humano no sea capaz de vivir sin explotar a otros
seres humanos. Me escandalizan las llamadas “democracias” occidentales. Me escandaliza
el colonialismo y el expolio de tantos pueblos. Me escandaliza el sistema
capitalista y la guerra sin cuartel de los dueños de la propiedad y el dinero
contra mi clase. Me escandaliza el alcance del patriarcado, que ser mujer haya
significado siempre, en cualquier lugar y en cualquier época histórica, estar
sometida. Me escandaliza la mercantilización de los valores y las personas. Me
escandaliza saber de lo que somos capaces.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Aburrirme
terriblemente.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Tecleo. Mis dedos
están en plena forma.
¿Sabe cocinar?
Sí. Me gusta comer y ser autónoma. No me queda otra que saber cocinar,
pues.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A alguno de los personajes de novela que más me han fascinado por su
extrañeza: Ralkolnikov, de Dostoievsky, Bartleby, de Melville, Joseph K., de
Kafka, el innombrable de Beckett, el señor Meursault de Camus o Ulrich, de Musil.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Lucha.
¿Y la más peligrosa?
¿Y la más peligrosa?
Posiblemente, la
misma.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Constantemente. Aunque dudo que, llegado el momento, pudiera hacerlo
(espero que no me detengan por esta afirmación).
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy feminista, marxista y soberanista andaluza. En ese orden.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
En mi caso, la
respuesta no es qué sino quién me gustaría ser. Como en la película de Kaufman
y Jonze, “Cómo ser John Malkovich”, me gustaría que existiera un pasadizo que
me llevara directamente al interior de muchos de mis escritores y escritoras
favoritos. Eso me permitiría ser por un rato cada uno de ellos y, lo que es
mejor, poder seguir siendo, a la vez, yo.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La lista es larga. Puedo ser antipática, brusca, orgullosa, competitiva y
una “sabelotodo” insoportable.
¿Y sus virtudes?
La principal es que puedo ser todo lo anterior y, a la vez, todo lo
contrario.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
No tengo ni la menor idea y espero no tenerla nunca.
T. M.