lunes, 6 de octubre de 2014

Entrevista capotiana a Pablo Andrés Escapa

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Pablo Andrés Escapa.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Viviría en Babia, que es un estado mental, y quizá el único con mapa y suelo firme: un valle abierto por el río Luna, al norte de León.
¿Prefiere los animales a la gente?
Solo en casos desesperados.
¿Es usted cruel?
La crueldad me parece una pasión inútil. Tengo otras.
¿Tiene muchos amigos?
No, pero bastan pocos si son buenos y en esas condiciones puedo decir que tengo un reducido número de amigos extraordinarios.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Confianza, afinidad y sentido del humor.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Suelen alegrarme el día.
¿Es usted una persona sincera? 
Tiendo a fabular, pero lo hago sinceramente.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Pescando truchas a mosca.
¿Qué le da más miedo?
Depender de gente inepta, por no decir codiciosa, falsa y malintencionada. Cada cuatro años se renuevan. Creo que nos entendemos.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La perversión del lenguaje, porque siempre se produce para denigrar lo valioso, para imponer la mediocridad o una visión interesada de las cosas. Cuando se despoja de sentido a la palabra, todo aquello que denomina carecerá también de valor, incluidos los límites éticos que deben servirnos de referencia para interpretar la realidad.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me habría gustado ser director de cine, sobre todo para hacer westerns.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Pesca y bicicleta. Siempre que puedo, procuro escaparme al monte.
¿Sabe cocinar?
Sí, y me gusta hacerlo. Me atengo poco a las recetas y me fío de mi intuición a la hora de mezclar ingredientes.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A John Ford. Si es posible elegir entre las criaturas de ficción, don Alonso Quijano y su proyección en don Quijote me harían aceptar de buena gana el encargo.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Naturaleza.
¿Y la más peligrosa?
Dominio.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Nunca. Pero no he sentido el menor disgusto ante la muerte de algunos.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Aspiro, como decía Borges, a merecer algún día que no exista ningún gobierno.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Ya dije que sería feliz dirigiendo películas del Oeste. También viviendo lejos del ruido, con un río truchero cerca y muchas horas para recorrerlo.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Los vicios principales han de ser inconfesables o de poco valdrían como vicios.
¿Y sus virtudes?
La discreción, así que no sigo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
No sabía que hubiera una iconografía clásica para momentos de ahogo. En caso de padecer esa falta de aire definitiva, quisiera encontrar algo de reposo imaginando una luz sedosa y un manojo de algas ondulantes que invitaran al sueño, mecidas levemente por las aguas.

T. M.