Hoy martes, coincidiendo con un encuentro
que Casa del Libro ha organizado para que un servidor converse por chat con los
lectores a las 6 de la tarde, ve la luz La soledad del tirador, a la que ha dedicado Literaturas Com Libros su propia
página de Facebook. Después de publicar con esta editorial digital un libro de
“ensayos autobiográficos sobre películas”, Que
todo en la vida es cine, y la reedición de mi debut narrativo, Solos en los bares de noche, ve la luz
esta novela corta que escribí bastante tiempo atrás y que tiene un trasfondo
memorístico duro y muy personal.
El barrio periférico barcelonés del
segundo lustro de los años ochenta, la pobreza y la incertidumbre, se mezclan
con las expectativas del día a día en un instituto y con el aliciente
mayúsculo: jugar a baloncesto, religión y salvamento, consuelo y arte. El
protagonista es un adolescente; su/la realidad, que no atiende a menores de
edad, es vívida, fidedigna, avasallante.
Por eso la escritura de la obra fue dolorosa, pero necesaria para oxigenar los recuerdos; por eso, fiel a lo que intento, anhelo hacer siempre, es un relato tragicómico que sale de las entrañas rotas y que se desnuda desde el yo y la tristeza propia para extenderse al nosotros del barrio, a un lugar de mi ciudad –y por tanto a un tiempo, veinticinco, treinta años atrás– al que siempre vuelvo notando, dentro, muy profundo, la misma desazón que embarga al superviviente.
Por eso la escritura de la obra fue dolorosa, pero necesaria para oxigenar los recuerdos; por eso, fiel a lo que intento, anhelo hacer siempre, es un relato tragicómico que sale de las entrañas rotas y que se desnuda desde el yo y la tristeza propia para extenderse al nosotros del barrio, a un lugar de mi ciudad –y por tanto a un tiempo, veinticinco, treinta años atrás– al que siempre vuelvo notando, dentro, muy profundo, la misma desazón que embarga al superviviente.