domingo, 25 de enero de 2015

Entrevista capotiana a Awilda Cáez

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Awilda Cáez.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
La sala de mi casa. 
¿Prefiere los animales a la gente?
La gente.
¿Es usted cruel?
No.
¿Tiene muchos amigos?
Muchos conocidos, pocos amigos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Generosidad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leer y escribir.
¿Qué le da más miedo?
Soy bastante miedosa. Lo que me asusta más es que le ocurra algo malo a la gente que quiero. 
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La impunidad hacia la corrupción gubernamental. 
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Bailar o tocar algún instrumento.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí.
¿Sabe cocinar?
Sí.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A un jefe que tuve hace muchos años que me enseñó que siempre hay tiempo para todo. 
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Amor.
¿Y la más peligrosa?
No. 
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. 
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Ninguna. No me interesa la política. 
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Pediatra. 
¿Cuáles son sus vicios principales?
No tengo ninguno. 
¿Y sus virtudes?
Responsabilidad, honestidad, generosidad. 
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? 
Mi familia y las escenas de películas en las que alguien se salva de morir ahogado. 
T. M.