En 1972,
Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que
nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los
perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo
con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus
frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman
la «entrevista capotiana» con la que conoceremos la otra cara, la de
la vida, de Ruth Behar.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Sería
terrible estar en un solo lugar para siempre. Yo viajo mucho y me gusta sentir
que tengo un hogar en diferentes ciudades en el mundo —entre ellas La Habana,
donde nací; Nueva York, donde crecí; Miami Beach, donde tengo memorias lindas
de visitas con mis abuelos cuando ya eran mayores; y también los pueblos en
España y México donde fui recibida con cariño por gente desconocida en mis
jornadas como antropóloga. Si no hubiera más remedio que elegir un solo lugar,
pienso que estaría al lado del mar para contemplar el infinito.
¿Prefiere los animales a la gente?
A la
gente, mucho más. La idea de confrontarme con los animales silvestres me
espanta y me da tristeza verlos en un zoológico. Me gustan los perros pequeños,
pero le tengo mucho miedo a los gatos.
¿Es usted cruel?
Pienso que tendré
algo de cruel y algo de ángel, como todos los seres humanos.
¿Tiene muchos amigos?
Los que lo son de
verdad son pocos pero para mí son muchos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La sinceridad más
que nada. Soy muy cubana en eso. Como decía José Martí, Cultivo una rosa blanca / en junio como enero / para el amigo sincero /
que me da su mano franca.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Me
preocupa más decepcionarles yo.
¿Es usted una persona sincera?
Trato de
serlo. Lo más difícil es ser sincera conmigo misma.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leer y escribir son
las cosas en que ocupo todo el tiempo, sea libre o no.
¿Qué le da más miedo?
Le tengo
miedo a tantas cosas. Escribo bastante sobre ese tema. Uno de mis poemas se
llama así, “Miedos.” Allí hablo de mis miedos normales, como el miedo de
enfermar o morir, o ver sufrir a uno de mis seres queridos, y también de mis
miedos más raros, como el de bajar las escaleras de prisa o confrontarme con
los oficiales de inmigración.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
Me escandaliza la
injusticia.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Tuve que
luchar mucho para ir a la universidad y obtener la educación que me ha
permitido llevar una vida creativa. Si no hubiera sido así, pienso que sería
una secretaria triste en alguna oficina triste, teclando documentos aburridos
día tras día.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Me gusta
caminar en la playa y bailo salsa y tango.
¿Sabe cocinar?
Sé hacer frijoles
negros y flan y un pie de espinaca y una
buena ensalada con aceitunas.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Mi abuela materna
sería una de ellas, y fuera de la familia, la poeta Dulce María Loynaz. Tuve el
placer de conocer a la gran poeta, ya siendo ella muy mayor, en La Habana en su
mansión arruinada. Nunca se me olvidará lo que me dijo: “Lee más y escribe
menos.”
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Tolerancia.
¿Y la más peligrosa?
¿Y la más peligrosa?
Odio.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No, nunca. Siempre
dirijo los sentimientos violentos hacia mí misma, pero poco después me vuelve
el deseo de seguir viviendo.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Creo que soy muy
inocente y contradictoria en cuanto a la política. A la vez sueño con las
utopías y me asustan tremendamente.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Una concha
de mar guardada por una niña.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Guardo muchas cosas
que debería soltar y no puedo –libros, arte, ropa, zapatos, fotografías viejas y
recuerdos malos…
¿Y sus virtudes?
Soy muy fiel a las
personas que quiero.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Pensaría
en todos los que quiero y me han querido, especialmente mi hijo, y les diría
gracias y adiós para siempre.
T. M.