miércoles, 11 de noviembre de 2015

Entrevista capotiana a Eduardo Gallarza

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Eduardo Gallarza.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una biblioteca, claro, a poder ser grande y con buena luz.
¿Prefiere los animales a la gente?
No.
¿Es usted cruel?
No.
¿Tiene muchos amigos?
No muchos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No he elegido a mis amigos por sus cualidades.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No, o en todo caso no más de lo que yo puedo decepcionarme a mí mismo.
¿Es usted una persona sincera? 
No siempre. Le que significa que puedo estar mintiendo al contestar a la pregunta, en cuyo caso sí sería sincero… Es algo parecido a la paradoja de Epiménides.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Escribiendo.
¿Qué le da más miedo?
Llevo horas dándole vueltas a esa pregunta y, en honor a la verdad, no encuentro nada que me dé ‘más miedo’ que otra cosa.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Ser sincero al escandalizarse de algo requiere una frescura de espíritu que he dejado de tener.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Uno no ‘decide’ ser escritor, yo por lo menos no lo he decidido. Y no creo que ser escritor suponga llevar una vida diferencialmente más creativa que, por ejemplo, un médico o un bombero… o un economista que lleva años construyendo modelos de proyecciones y analizando proyectos de inversión, como un servidor.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Pasear empujando la silla de ruedas de mi mujer.
¿Sabe cocinar?
No.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Recuerdo que en casa de mi abuelo había fascículos del Reader’s Digest que de niño me intrigaban mucho. Alguno que he visto de mayor me ha parecido horrible, y la verdad es que no me apetece escribir artículos horribles. Si ampliamos la pregunta a sobre qué personaje me gustaría escribir, valga como respuesta que escribí mi primera novela sobre Nikola Tesla.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Salvo que se trate de una pregunta con trampa, la respuesta, obviamente, es esperanza.
¿Y la más peligrosa?
Ninguna palabra es más peligrosa que otra, todas pueden usarse con maldad.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
De hecho, he matado a algún personaje en una novela, pero fue porque no me quedaba más remedio.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Nunca las he tenido muy claras, y cada vez menos.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Algún personaje de Julio Verne.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Nunca se me ha ocurrido ordenar mis vicios entre principales y secundarios.
¿Y sus virtudes?
Eso tendrían que decirlo otros.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Sinceramente, no sé muy bien cómo se ahoga uno dentro de un esquema clásico.

T. M.