viernes, 25 de diciembre de 2015

Navidad en casa de Dickens y compañía


Se ha hecho tan popular y ha influido en tal infinidad de expresiones artísticas, que hoy casi nadie repara en que “A Christmas Carol”, de Charles Dickens, es una de las novelas cortas más perfectas que se han escrito nunca; pero es que otras obras de arte, como el film “It’s a Wonderful Life” de Frank Capra, tan inevitablemente dickensiano, también obtienen demasiadas veces una condescendiente benevolencia que no repara en la altura artística que presentan al estar marcadas por la Navidad, como si este elemento convertido en tema literario o cinematográfico supusiera una marca que restara valor al conjunto, por los factores de sentimentalismo que acaban imponiéndose y despertando a menudo repudio o una valoración poco justa.

Stefan Zweig, en el estudio que dedicó a Balzac, Dickens y Dostoievski, relacionó genio y tradición para hablar de cómo el tiempo y el talento del escritor inglés se conjugaron para hacerse uña y carne: cómo el arte burgués y popular encontraron en el autor de “Cuento de Navidad” al mejor intérprete de una época, de un lugar: «Arte de junto a la chimenea quería la gente de entonces, libros de esos que se leen apaciblemente junto al fuego mientras la tormenta sacude las ventanas, y que chispean y crujen a su vez con pequeñas e inofensivas llamas». Nada de «éxtasis y entusiasmos», «sino sólo sentimientos normales», deseaba la gente, y Dickens llevó a cabo este propósito de representar de forma amable las cosas terribles de una sociedad prosaica y cruel. En este sentido, Chesterton se refirió al “comfort” de Dickens, mientras que Zweig aludirá al “home”. Y no hay escena más confortable, más hogareña, que aquella que nos regala la estampa de una reunión familiar alrededor de los símbolos navideños y que tan maravillosamente reflejó el autor de la historia de Scrooge y de sus otro cuatro relatos de índole navideña: “Las campanas”, “El grillo del hogar”, “La batalla de la vida” y “El hechizado”, que reuniría en libro en 1852.

Dos siglos de “género navideño”

Marta Salís ha incluido en esta antología, en la que se encuentra el trabajo de diecisiete traductores para treinta y ocho cuentos, tanto “Canción de Navidad”, por supuesto, como otro texto de Dickens poco conocido, el breve “El cuento del pariente pobre”, con un ligero trasfondo navideño. Pues hay que decir enseguida que la antóloga aquí mezcla narraciones en las que las propias celebraciones de diciembre y enero obtienen un peso específico, como en “Las hermanas” de Hawthorne –donde las personificaciones de Año Nuevo y Año Viejo establecen un curioso diálogo–, con otras en que sirve de contexto pero sin incidir en la trama, caso de “Un árbol de Navidad y una boda”, de Dostoievski, cuento sobre la perversión de un hombre hacia una niña que se muestra en una fiesta tan huraño como lujurioso. En todo caso, se trata de una selección harto atractiva que acoge doscientos años de, por así decirlo, género navideño, y que, desde luego, tiene en Dickens su punto de inflexión.

Y es que, en palabras de Salís, “al popularizarse las costumbres de reunirse con la familia, intercambiar regalos, celebrar fiestas y comidas especiales, escribir tarjetas de felicitación, cantar villancicos, adornar la casa con velas, guirnaldas, abetos y belenes, se abrió todo un microcosmos que enseguida tentó a la literatura costumbrista y realista”. Este tipo de cuadros familiares se convertirán en tópicos dentro de un imaginario colectivo en el que tal vez se hayan quedado como algo anacrónico hoy los villancicos a cuyo estudio se consagró la filóloga Silvia Iriso, hace pocos años, para ofrecer ejemplos de este tipo de composiciones poéticas de contenido religioso desde el Renacimiento hasta nuestras fechas.

Lo religioso y lo pagano

Lo religioso precisamente lo hallaremos en el presente volumen en relatos como el de Emilia Pardo Bazán –“La estrella blanca”, sobre los Reyes Magos– o en el del finlandés Zacharias Topelius, “Ojo de Estrella”, con moraleja de gran sensibilidad. (Para ahondar en el terreno de la tradición católica, cabría recomendar «Estrella sobre Belén y otros cuentos de Navidad», de Agatha Christie, que publicó hace un año Confluencias Editorial: seis relatos y cinco poemas inéditos sobre la Navidad en torno al significado del sacrificio personal, sobre la misericordia de Dios, el amor de los hombres al recién nacido o la idea de que “siempre hay Esperanza”.) Como es natural, encontraremos en el trabajo de Salís un buen número de cuentos en los que hay un mensaje soterrado que enviar con el pretexto navideño, pero también habrá muchos de corte pagano que toman este tiempo como clima general donde diversos sentimientos se acentúan de manera inconsciente, como en el cuento de Paul Auster que sería la semilla de su guión para la película “Smoke”, o en otros donde el “comfort”, el “home”, llegan hasta a viajar por el universo sin que tal cosa rebaje la intensidad de la ilusión por las fiestas, como en el texto de Ray Bradbury “El regalo”.

Los hermanos Grimm, E.T.A. Hoffmann, Andersen, Alphonse Daudet, Anthony Trollope, Maupassant, Strindberg, Leskov, Stevenson, Chéjov, Hardy, A. C. Doyle, Léon Bloy, Clarín, Saki, Valle Inclán, O. Henry, James Joyce, Dylan Thomas, Dino Buzzati o Truman Capote serán algunos de los grandes autores que aparecerán en estas páginas –junto con otros del norte europeo tan interesantes como inéditos para nosotros–, pero quédense con el cuento tal vez más original, más rotundo, el de Bret Harte, de irresistible título y ambientado en la California de la fiebre del oro: “De cómo Santa Claus visitó Simpson’s Bar”.

Publicado en La Razón, 23-XII-2015