jueves, 3 de marzo de 2016

Entrevista capotiana a Cristina Losada

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Cristina Losada.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una ciudad. De tamaño medio, como la mía.
¿Prefiere los animales a la gente?
Hay animales nobles y gente bruta. Prefiero a los nobles de cualquier especie.
¿Es usted cruel?
Sólo con los crueles.
¿Tiene muchos amigos?
Siempre he tenido pocos. Cada vez menos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No he buscado a mis amigos; han aparecido. Tampoco busco en ellos cualidades.  
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Quizá porque antes de que llegue la decepción ya hemos tomado distancia.
¿Es usted una persona sincera? 
No soy de esas personas que al encontrarse con un conocido en la calle le dicen que tiene un grano en la cara. La convivencia requiere cortesía y la cortesía requiere límites. También a la sinceridad.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Todo mi tiempo es libre y de un modo o de otro lo ocupo trabajando. El ocio me deprime.
¿Qué le da más miedo?
La enfermedad. Últimamente también me da miedo que llegue un día en que no tenga dinero para pagar las facturas, como suele decirse. La crisis económica nos ha dejado temblando, entre otros muchos,  a los periodistas y similares. Pero mientras haya salud, uno tiene energías para inventarse algo con lo que salir adelante.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me escandaliza la deshonestidad intelectual y la grosería que suele acompañarla.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Llevar una vida creativa en cualquier otra ocupación o a pesar de ella.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Hace muchos años que descubrí las bondades del ejercicio físico para los que tenemos una actividad sedentaria. He practicado un poco de todo lo que en cada época estaba a mano: nadar, correr, yoga, danza, taichí y, sobre todo,  aikido. Ahora me limito a ir al gimnasio cuantas veces puedo.
¿Sabe cocinar?
Lo intenté. Hubo un tiempo en que me proponía hacer recetas complicadas y las hacía, pero nunca he tenido buena mano para la cocina. Lo que mejor se me daba era hacer pan. Ahora cocino simple y lo menos posible.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Me bloquea escribir sobre personajes. Pero si me hicieran el encargo, intentaría hacerlo sobre algún personaje olvidable.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Humanidad.
¿Y la más peligrosa?
Odio.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No, pero si imagino que un familiar o amigo querido fuera asesinado por unos terroristas, creo que querría hacérselo pagar, aunque luego, muy probablemente,  no sería capaz de quitar una vida.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Mixtas y siempre, eso procuro, en proceso de redefinición. Tengo la visión limitada de la política de un conservador, la contraria a un exceso de intervencionismo de un liberal, y la favorable a la redistribución de un socialdemócrata. Pienso que hay que huir de los grandes principios y cosmovisiones que prometen soluciones definitivas y de raíz. La política, y cito de manera aproximada a John Grey, quien a su vez bebe de Oakeshott, no puede ofrecer más que soluciones temporales a males recurrentes. Ni puede ni debe. ¡Vivan los parches!
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Profesora de universidad, de cuando la universidad era otra cosa.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La impaciencia y la furia.
¿Y sus virtudes?
La capacidad de comprender y aprender con rapidez.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Estaría luchando por no ahogarme y dudo que se me pasara alguna imagen por la cabeza. Si alguna, la de mi madre. Pensaría que ojalá pudiera verla en el más allá, si existiera un más allá.

T. M.