domingo, 8 de mayo de 2016

Entrevista capotiana a Javier Fernández Rubio

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Javier Fernández Rubio.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
El interior de mí mismo. Creo que ahí reside el abismo de las personas, un abismo más profundo que la Fosa de las Marianas, más lejano y misterioso que Marte. Uno se pasa toda la vida mandando ‘rovers’ a su interior para intentar explorarse y hacer de él un espacio más habitable. A eso se le llama envejecer contento con uno mismo, que es a lo que aspiro. Aspiro a hacer de mi interior un país pacificado y vivir a gusto en él, o sea, conmigo. Por eso mando continuamente robots exploradores, que son los libros.
¿Prefiere los animales a la gente?
Sería un cínico si dijera que sí, pero a veces los animales me sorprenden y tienen cosas que les hacen humanos. Me imagino que en algún estadio de la evolución podamos comunicarnos con ellos. Entonces nos reprocharán toda la maldad que les hemos causado durante milenios. La historia del Hombre es la Historia de la Ciencia, las Artes y la Crueldad. Espero que nos perdonen.
¿Es usted cruel?
No me tengo por una persona cruel. No sabría cómo hacerlo, aunque creo haber hecho daño a otras personas, si bien sin pretender ese resultado. Si es así, y no lo tengo claro, ya digo, pido perdón desde aquí.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo pocos, pero muy buenos. He tardado 50 años en conseguirlo. Estoy muy contento conmigo mismo.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Por supuesto, la lealtad. Pero también compartir los mismos temores y mismos deseos. La amistad es otro de los nombres del amor y, como en el amor, tiene que haber una base común y diferencias superficiales.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Me ha ocurrido bastantes veces, como yo creo haber decepcionado a otros tantos. Las personas vamos mudando la piel con el correr de los años. No somos los mismos que en la juventud. Me gusta pensar en los ‘yoes’ que se superponen dentro de mí. Con el tiempo son multitud y acabo reconociéndolos de manera individualizada. Quiero decir que cuando uno cambia es lógico que cambie en su relación con los demás. Los buenos amigos son los que cambian en la misma dirección y su cambio y el nuestro armonizan. Ocurre también con las parejas. Lo que detesto es cuando la amistad se traiciona por codicia o interés.
¿Es usted una persona sincera? 
Me educaron para no serlo. Me explico: se me inculcó el pensamiento de la conveniencia de la mentira piadosa, que es mentir por un fin superior. Desde pequeño, intento romper este código genético heredado y ser sincero. Pero tengo que decir que la sinceridad solo me ha servido para que me partieran la cara. Vivimos en una sociedad que demanda sinceridad, cuyos individuos presumen de decir verdades, pero que luego no perdona la sinceridad ajena.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo. Los libros son mi playa. Baudelaire y toda la panda de lunáticos chismosos de su tiempo detestaban la naturaleza y preferían la cultura, que no está en la naturaleza, que es lo artificial del hombre. Yo no llego a tanto, pero me cuesta mucho bajar a la calle y emprender una excursión. Luego me lo paso bien, es cierto, pero los viajes que más me gustan son interiores.
¿Qué le da más miedo?
Perder lo que amo. Saber que lo estás perdiendo y no poder, querer o saber evitarlo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La crueldad con los niños y con los animales. Con los seres vivos, en general. En esos momentos retrocedemos como especie. Ocurre cuando se rompen los diques de la cultura, que es la manera que nos hemos dado de reprimir nuestros instintos atávicos. ¡Para que luego digan que no sirve para nada!
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me imagino que hubiera sido un probo ciudadano, con un trabajo decente. Sería de esos que no dan puntada sin hilo, se permiten la chulería de dar lecciones a los demás y tienen una vejez cómoda programada. Siempre me preocupó no defraudar a mis superiores. Afortunadamente, los he decepcionado a todos.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
De vez en cuando cambio de posición.
¿Sabe cocinar?
A veces pienso que sí, pero todos los que están a mi alrededor se empeñan en llevarme la contraria. Por algo será.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Ignaz Philipp Semmelweis. Es bastante desconocido y su vida fue trágica. Descubrió la relación directa entre la falta de higiene y las fiebres puerperales, producidas por la sepsis, y que condujeron a la muerte a generaciones de mujeres. La madre de Mary Shelley murió al dar a luz a esta. Con Semmelweis hubiera vivido. La tragedia de este hombre es que los médicos y científicos de su época se burlaron de él y siguieron hurgando en las parturientas con las manos sucias. Fue Pasteur quien, descubriendo los gérmenes, le dio la razón.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Fe. Sin trascendencia religiosa. Creo que la fe, que abarca el amor, la esperanza, la caridad y otros valores, mueve el mundo y hace que sea mejor.
¿Y la más peligrosa?
Patria.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Todas las mañanas, pero, después del primer café, se me pasa.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Me considero una persona progresista. La gran tragedia de muchas personas que se consideran progresistas es que han tenido que ganarse la vida con tipos que no lo son, algo que crea zozobra y que te hace más humilde y más tolerante con las debilidades de los demás.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Me gustaría ser pájaro o mi gato. Este vive mucho mejor que yo: no tiene que pagar hipotecas ni preocuparse por las elecciones presidenciales. Hemos quedado que, cuando nos reencarnemos, el pasará a ocupar mi lugar y yo el suyo. Creo que salgo ganando.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Soy muy adictivo, como concepto.
¿Y sus virtudes?
Creo ser una persona bondadosa, pero esto no tiene ningún mérito. Mis padres me educaron así.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Una vez, en una playa, tuve una epifanía. Estaba atardeciendo y mi hija pequeña y yo seguíamos escarbando en la arena. A lo lejos, mi otra hija, mayor, se nos acercaba por la orilla. Supe entonces que esa sería la última imagen que tendría en mente en el preciso momento de ser erogado de este mundo. Posiblemente, haya otras. Gente a la que también quiero y me quiere aparecerá y espero que así sea. De hecho, estoy seguro. Pero esta imagen formará parte del repertorio sin duda. Creo que todos tenemos derecho a despedirnos. Es lo único que pido.
T. M.