domingo, 22 de mayo de 2016

Entrevista capotiana a Mª Pilar Queralt del Hierro

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de María Pilar Queralt del Hierro.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
El lugar es lo de menos. Me conformo con tener una mesa, una silla, un ordenador, y la compañía de mis seres queridos. Eso sí, si hubiera una ventana, me gustaría que se viera el mar.
¿Prefiere los animales a la gente?
Me gustan los animales –especialmente los perros– pero, sin duda, aún con todos sus defectos prefiero a los humanos especialmente a aquellos que tienen el alma generosa y la palabra justa.
¿Es usted cruel?
No, en absoluto. Además la crueldad es uno de los defectos que no perdono mucho menos cuando es gratuita y casi siempre lo es.
¿Tiene muchos amigos?
Amigos, pocos y buenos. Conocidos, muchos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad, generosidad, empatía, sentido del humor…
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Tal vez porque suelo escogerlos bien.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí. La mentira no suele ser más que el producto de la fantasía, y yo la imaginación, la dejo para mis novelas.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Es un tópico pero leyendo, escuchando música, viajando, asistiendo a algún espectáculo… y, cuando es posible, mirando el mar.
¿Qué le da más miedo?
Perder a los míos.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
A estas alturas me escandalizan pocas cosas pero no soporto el egoísmo ni la violencia. El ser humano pierde el derecho a calificarse de tal cuando recurre a la violencia y es incapaz de ponerse en la piel del otro.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me hubiera encantado ser actriz pero eso tiene también mucho de artístico. Es más, cuando pienso en alternativas, todas tienen un fuerte componente creativo. Hubiera querido pintar, cantar, diseñar, editar… No se me ocurre nada que escape del ámbito de los libros, la historia o el arte.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Pasopalabra…
¿Sabe cocinar?
Poco y mal. Supongo que el hecho de pertenecer a una familia de grandes cocineras me ha hecho acomodarme a sentarme siempre a mesa puesta.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Les sugeriría una colección de mujeres célebres de todos los ámbitos. Con un solo artículo no tendría bastante. Pero, si pudiera escoger a alguien inolvidable pero no célebre, elegiría a mi madre o a mi padre.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Amor, amour, love, amore, liebe, liefde, kärlek…dígalo como quiera pero como decía san Agustín “Ama y haz lo que quieras”. Donde hay amor, hay generosidad, respeto, tolerancia, y, por tanto, esperanza en un mundo mejor.
¿Y la más peligrosa?
Egoísmo. De él se derivan el ansia de poder, la falta de compasión, la avaricia, la ira, la soberbia…En resumen, el desprecio hacia el otro una actitud que siempre genera enfrentamiento y violencia.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. Jamás.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Me definiría como socialdemócrata o de centro-izquierda. Pero odio las etiquetas y jamás me he afiliado (ni me afiliaré, creo) a un partido político.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Si se admite la fantasía, un pasajero en la máquina del tiempo y vivir “in situ” la historia. Si nos concretamos a fenómenos naturales, el arco iris que augura el final de la tormenta.
¿Cuáles son sus vicios principales?
¡A usted se lo voy a contar!
¿Y sus virtudes?
La empatía y el afán de saber.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Imagino que pasajes de mi infancia, el nacimiento de mis hijos, el día que conocí a mi marido… o ¡un salvavidas!
T. M.