jueves, 26 de mayo de 2016

Entrevista capotiana a Rodrigo Blanco Calderón

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Rodrigo Blanco Calderón.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Mi habitación, como recomendaba el buen Pascal.
¿Prefiere los animales a la gente?
Entendiendo que “gente” no es mi familia ni mis amigos más cercanos, sí. Aunque animales es muy genérico. Yo especificaría: los perros. 
¿Es usted cruel?
Me imagino que sí. Puedo serlo sin darme cuenta.
¿Tiene muchos amigos?
No.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Honestidad, humor e inteligencia. En ese orden.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
La mayoría de las veces siento que soy yo quien los decepciona.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí, en la medida en que puede serlo un ser humano más o menos consciente de que existen otros seres humanos.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Haciendo lo que mismo que cuando estoy “ocupado”: leyendo y escribiendo.
¿Qué le da más miedo?
El autoconocimiento.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Los niveles de idiotez y banalidad que hemos alcanzado gracias a las redes sociales.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me hubiera gustado ser futbolista profesional, de un equipo de segunda, como son todos los equipos de fútbol de la liga venezolana. O percusionista de algún grande de la Fania All Star.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
En épocas me da por correr y hacer barras. No sucede muy a menudo.
¿Sabe cocinar?
Cosas muy básicas. Lo suficiente para sobrevivir.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Hélène Smith.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Dormir.
¿Y la más peligrosa?
Pueblo, en el sentido político que ha tenido esta palabra en América Latina. 
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Un par de veces. A la manera de Joe Pesci en Good Fellas.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Para los venezolanos hoy día hablar de tendencias políticas es un lujo, o un nivel de refinamiento político inaccesible. Para nosotros se trata, básicamente, de querer vivir en democracia o en dictadura. Y para los que queremos vivir en democracia debería bastar esa sola palabra, plenamente comprendida, sin adjetivos ni apellidos de caudillo, para que fuera efectiva.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Lo he dicho en otras ocasiones: el perro de mi casa. No hay persona que viva mejor que el perro, o los perros, de mi casa en Caracas.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Comprar libros, querer leerlo todo sobre un tema que me interesa. Ser un poco obsesivo.
¿Y sus virtudes?
Ni idea. En todo caso, no me toca a mí decirlas o siquiera pensar cuáles serían.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
¿Cuál es el esquema clásico? En todo caso, si se trata del resumen de una vida, pues no estaría mal que desfilaran precisamente las imágenes que concentren lo más significativo. Como cualquier persona.

T. M.