Hay un libro de no ficción soterrado bajo esta novela de Álvaro Colomer, el que podría escribir con el material ingente que habrá recolectado a raíz de sus investigaciones, viajes, y entrevistas, más de doscientas «a militares y civiles españoles, estadounidenses, salvadoreños, iraquíes, alemanes, ingleses, checos y daneses», como indica en una nota previa. «Aunque caminen por el valle de la muerte» ha sido un desafío narrativo desarrollado durante muchos años, valiente en su idea y enfoque, autoexigente en la estructura y estilo, auténticamente real en los personajes ficticios que presenta a partir de los diferentes ámbitos que recrea: el de la Brigada Plus Ultra II, comandada por el sargento de infantería Jorge Martín del Pozo, o el de los soldados de Estados Unidos y El Salvador que comparten misión en la ciudad santa de Najaf.
En este lugar de Irak se libró una cruenta batalla el 4 de abril de 2004, un tiempo de transición en España tras haber ganado las elecciones Rodríguez Zapatero, lo cual incidiría en el destino de las tropas, que se encontraban pendientes de que el Ministerio de Defensa asumiera todas sus competencias. ¿Pero alguien sabe algo de este conflicto? Se trata del más importante desde la Guerra de Ifni que enfrentó a España con Marruecos en 1957-58, y, sin embargo, desde aquellos tumultuosos días que acababan de sufrir los atentados del 11 de marzo en Madrid, el asalto con el que el Ejército de al-Mahdi, atacando la base española Al-Andalus, empezó su ofensiva contra la Coalición multinacional en Irak pasó al completo olvido.
Colomer, a partir de cinco grandes capítulos que abordan el origen de los siete protagonistas, los antecedentes de la batalla, su evolución y lo que pasó a posteriori, y con una división en pequeños episodios que fragmentan el relato y presentan con meticulosidad lo que ocurre en cada base militar, hace gran literatura de algo sumamente delicado y complejo. Acostumbrado a tratar la muerte en la sociedad actual, con su trilogía formada por «La calle de los suicidios» (2000), «Mimodrama de una ciudad muerta» (2004) y «Los bosques de Upsala» (2009), el narrador y periodista barcelonés se mete en el alma del soldado, en su ansiedad y su temor, y también en sus recuerdos del hogar de donde proviene; en el ambiente guasón de los jóvenes aburridos que aún no han entrado en acción; en el ánimo de imponer autoridad de los que mandan pero tienen malos presentimientos en un terreno por otra parte tan declaradamente hostil; y, sobre todo, en el polvo, el ruido, la sangre que implica disparar, estallar, atacar. De hecho, se suceden en esta obra los pasajes de acción y peligro: «Un mercenario detecta a un guerrillero corriendo hacia el cuartel. El insurgente dispara al tuntún contra el muro de contención, salta cadáveres en su avance...» (pág. 132).
Estos actos imprevisibles y el miedo harán que se hermanen los muchachos de Martín del Pozo. La hija de un soldado norteamericano no reconocerá a su padre a su vuelta. El adjunto al embajador de la Coalición se recuerda debajo de una mesa mientras las balas silbaban. El contingente español se retirará por orden del presidente socialista ante la indignación de las otras guarniciones... Cada pequeño y cada gran drama quedan entrelazados en estas páginas, con mano maestra en un colosal esfuerzo que se añade a lo mejor que ha producido el género bélico.
Publicado en La Razón, 9-II-2017