lunes, 5 de febrero de 2018

Entrevista capotiana a Santi Balmes

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Santi Balmes.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Probablemente la cocina de mi casa, donde últimamente escribo y tomo cafés mientras una suave luz crepuscular guía mis melancolías, je je.
¿Prefiere los animales a la gente?
No. Prefiero a la gente. Y los que dicen que prefieren a los animales que a las personas… eso me hace pensar que no les agrada demasiado que les lleven la contraria.
¿Es usted cruel?
Es lo que menos soy. Puedo ser idiota, desconfiado, disperso, pero cruel no. Odio la crueldad en cualquier ámbito. Es la antítesis de la humanidad.
¿Tiene muchos amigos?
No. Unos pocos y yo mismo, que ya es una amistad difícil la última.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Por encima de todo la risa, esa risa sana, la lealtad sin imposiciones, el bastón en momentos de cojera, el respeto, y que no sean unos impertinentes.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Los amigos no decepcionan, los conocidos a veces.
¿Es usted una persona sincera? 
Algunas veces. Pero no espero demasiado de nadie. Así me guardo de caer en la ira.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Con la familia, aunque suene a tópico. Es maravilloso ver crecer a los tuyos, un espectáculo diario.
¿Qué le da más miedo?
Lo que a todo el mundo: enfermedad, sufrimiento y soledad.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La crueldad, como extremo de la injusticia. El sadismo en cualquier ámbito me bloquea.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Probablemente taxista. Escuchar vidas ajenas, o conjeturar sobre la vida de la gente a la que llevaría en mi supertaxi. 
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
No. Conciertos de tres horas son suficiente, gracias. No me agradan esos vestuarios donde tipos musculosos, desnudos y con chanclas hablan sobre anabolizantes y batidos extraños. Son el mal sudado. 
¿Sabe cocinar?
No mucho. Pero soy especialista en degustar.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Syd Barret, porque aún no sé qué pensar acerca de su influencia, de su aparente locura o la influencia del LSD.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Esperanza.
¿Y la más peligrosa?
Orgullo. 
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No he llegado a eso, pero sí desearles que dejaran de vivir, quizás con mi ayuda. No es exactamente lo mismo. Je je.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Izquierda ecologista. Republicano. Un partido político que apostara por las ideas y que aunara en su interior un afán por contagiar ilusión a todos los estamentos. 
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Probablemente un tigre delante de un millón y medio de cochinillos sin mamá ni papá.
¿Cuáles son sus vicios principales?
No tomarme nada en serio, como ves. Fumar tabaco, otras cosas de color verde y para de contar porque me gusta el vicio en dosis homeopáticas, para poder continuar más tiempo que los demás en tales menesteres, je je.
¿Y sus virtudes?
Supongo que algo de luz desprendo. No creo que tenga otra virtud más, o ahora no la recuerdo. 
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Pues lo normal. Imaginaría a miles de peces comiendo de mi carne, arrancándome los ojos… y luego lo concluiría con la última imagen: convertido en un esqueleto al lado de un cofre y un hombre rana del siglo xxiii mirándome y pensando: «A este tipo me gustaría hacerle una entrevista llamada "Capotiana"».

T. M.