miércoles, 7 de febrero de 2018

Entrevista capotiana a Sergio Moreno

En 1972, Truman Capote (1924-1984) publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama 1999), y en él el escritor estadounidense se entrevistaba a sí mismo con especial astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Sergio Moreno.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿Cuál elegiría?
Mi infancia.
¿Prefiere los animales a la gente?
Según para que cosas.
¿Es usted cruel?
Sólo conmigo mismo.
¿Tiene muchos amigos?
El tiempo lo dirá. Con los años se aprende a diferenciar entre amigos y conocidos. Tengo muchos conocidos, pero sólo unos cuantos buenos amigos a los que quiero como si fueran hermanos, no necesito más.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No creo que la amistad y sus cualidades sean cosas que se busquen. Prefiero decir que espero que mis amigos, como define el diccionario, compartan conmigo su afecto personal, puro y desinteresado.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Los conozco demasiado bien y ya sé de qué pié cojea cada uno.
¿Es usted una persona sincera?
Procuro serlo.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Dejándome querer. Entre el trabajo y las letras, no suelo tener mucho tiempo libre, por eso me gusta dedicarlo a estar con las personas a las que quiero. Sí puede ser en la playa o la montaña mejor, pero me conformo con un sofá y una manta.
¿Qué le da más miedo?
La codicia humana.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
El conformismo de los sometidos y la impunidad de los opresores.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa ¿Qué habría hecho?
Me hubiese gustado ser actor o comediante. También me gustaría vivir de lo que escribo, pero soy consciente de que es algo que sólo está al alcance de unos pocos. Sé lo que es trabajar, he estado más de quince años en una fábrica y no por eso he dejado nunca de escribir. Ahora, he empezado a dedicarme a la docencia pero, como soy interino, no sé donde estaré el año que viene. Lo único que tengo claro es que, vaya donde vaya, la poesía siempre tendrá un hueco en mi maleta.
¿Práctica algún tipo de ejercicio físico?
Por motivos laborales, cada vez menos. Aunque, siempre que puedo, me gusta fingir que tengo quince años y escaparme con los amigos a jugar al futbol sala.
¿Sabe cocinar?
Como en los restaurantes de prestigio, mi carta es limitada.
Si el Reader´s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre “un personaje inolvidable” ¿a quién elegiría?
Al Silvio Rodríguez de los años setenta. Soy un enamorado de la Nueva Trova y confieso que sus canciones fueron el detonante de mi pasión por la poesía.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Amor.
¿Y la más peligrosa?
Poder.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Frecuentemente. Pero luego pienso que sería incapaz y se me pasa.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Estaré siempre de parte de quien defienda al pueblo.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Mi perro. Me basta con que no me falten la comida, la cama y el cariño.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La pereza, el amor y la belleza. Todo junto si puede ser.
¿Y sus virtudes?
La entrega, el cariño y la humildad.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Una vez estuve a punto de ahogarme en una corriente de resaca. Lo primero en que pensé fue en mi familia, luego actuó el instinto de supervivencia y, como en la película La Playa de Danny Boyle, no pude dejar de repetirme “no vas a morir hoy”.

T. M.