En 1972,
Truman Capote (1924-1984) publicó un original texto que venía a ser la
autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama 1999),
y en él el escritor estadounidense se entrevistaba a sí mismo con especial
astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus
frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman
la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de
la vida, de Sergio Moreno.
Si tuviera que vivir en un solo lugar,
sin poder salir jamás de él, ¿Cuál elegiría?
Mi infancia.
¿Prefiere los animales a la gente?
Según para que cosas.
¿Es usted cruel?
Sólo conmigo mismo.
¿Tiene muchos amigos?
El tiempo lo dirá. Con los años se aprende a diferenciar
entre amigos y conocidos. Tengo muchos conocidos, pero sólo unos cuantos buenos
amigos a los que quiero como si fueran hermanos, no necesito más.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No creo que la amistad y sus cualidades sean cosas que se
busquen. Prefiero decir que espero que mis amigos, como define el diccionario,
compartan conmigo su afecto personal, puro y desinteresado.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Los conozco demasiado bien y ya sé de qué pié cojea cada
uno.
¿Es usted una persona sincera?
Procuro serlo.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Dejándome querer. Entre el trabajo y las letras, no suelo
tener mucho tiempo libre, por eso me gusta dedicarlo a estar con las personas a
las que quiero. Sí puede ser en la playa o la montaña mejor, pero me conformo
con un sofá y una manta.
¿Qué le da más miedo?
La codicia humana.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo
que le escandalice?
El conformismo de los sometidos y la impunidad de los
opresores.
Si no hubiera decidido ser escritor,
llevar una vida creativa ¿Qué habría hecho?
Me hubiese gustado ser actor o comediante. También me
gustaría vivir de lo que escribo, pero soy consciente de que es algo que sólo está
al alcance de unos pocos. Sé lo que es trabajar, he estado más de quince años
en una fábrica y no por eso he dejado nunca de escribir. Ahora, he empezado a
dedicarme a la docencia pero, como soy interino, no sé donde estaré el año que
viene. Lo único que tengo claro es que, vaya donde vaya, la poesía siempre
tendrá un hueco en mi maleta.
¿Práctica algún tipo de ejercicio
físico?
Por motivos laborales, cada vez menos. Aunque, siempre que
puedo, me gusta fingir que tengo quince años y escaparme con los amigos a jugar
al futbol sala.
¿Sabe cocinar?
Como en los restaurantes de prestigio, mi carta es limitada.
Si el Reader´s Digest le encargara
escribir uno de esos artículos sobre “un personaje inolvidable” ¿a quién elegiría?
Al Silvio Rodríguez de los años setenta. Soy un enamorado de
la Nueva Trova y confieso que sus canciones fueron el detonante de mi pasión
por la poesía.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la
palabra más llena de esperanza?
Amor.
¿Y la más peligrosa?
Poder.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Frecuentemente. Pero luego pienso que sería incapaz y se me
pasa.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Estaré siempre de parte de quien defienda al pueblo.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le
gustaría ser?
Mi perro. Me basta con que no me falten la comida, la cama y
el cariño.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La pereza, el amor y la belleza. Todo junto si puede ser.
¿Y sus virtudes?
La entrega, el cariño y la humildad.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué
imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Una vez estuve a punto de ahogarme en una corriente de
resaca. Lo primero en que pensé fue en mi familia, luego actuó el instinto de
supervivencia y, como en la película La
Playa de Danny Boyle, no pude dejar de repetirme “no vas a morir hoy”.
T. M.