miércoles, 2 de mayo de 2018

Entrevista capotiana a Esteban Lozano

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la «entrevista capotiana» con la que conoceremos la otra cara, la de la vida de Esteban Lozano.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Uno silencioso. Portmeirion Village, en el norte de Gales, no estaría mal. Allí se filmó la serie de culto “El prisionero”, creación de Patrick McGoohan que se emitió por primera vez en la Argentina cuando yo tenía 13 años y de la cual me hice un fan instantáneo. Y lo sigo siendo. En la ficción de la serie “la Villa” no era un lugar silencioso, ni mucho menos, pero en realidad lo es: un silencio sólo atravesado por el graznido de las gaviotas.
¿Prefiere los animales a la gente?
Los minerales, los vegetales, los animales y la gente, en ese orden.
¿Es usted cruel?
Sólo cuando me meto en la piel de un personaje que debe serlo. En mi novela “Operación Madagascar” hay dos ejemplos: Adolf Eichmann y Josef Mengele. En mi texto teatral “Los amantes de Shakespeare” hay otros dos: el oficial de las SS Dieter Kluge, y el mismísimo Adolf Hitler. 
¿Tiene muchos amigos?
Los imprescindibles. Uno tiene muy pocos amigos verdaderos en su vida, y para colmo la muerte acota todavía más el número. La ironía es que si uno tiene la “suerte” de ser longevo, se queda sin amigos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Las que no tengo. Como muchas veces ocurre en las relaciones de pareja.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. En cambio yo, a ellos, sí.
¿Es usted una persona sincera?
Cito al neurólogo argentino Facundo Manes: “Mentir es un acto cognitivo como el lenguaje y la memoria. Mentir es parte de nuestra evolución.” Todos mentimos, en mayor o menor grado y por buenas o malas razones. Más allá de eso, es imposible para un escritor ser sincero, desde el momento en que la materia prima de su oficio es la mentira. Y en el escritor oficio y vida son la misma cosa.  
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Aparte de leer y escribir, riéndome con mis hijos (con mi mujer se hace más difícil, pero lo intento… lo intento…), viendo por enésima vez “2001: Odisea del Espacio” de Stanley Kubrick, o cualquiera de los deliciosos cuadros humorístico-musicales de Les Luthiers.
¿Qué le da más miedo?
La exposición de mis seres queridos a los peligros de este mundo-trampa en el que vivimos. Si este mundo no es el infierno, por lo menos es el purgatorio.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La involución del ser humano, algo que se comprueba fácilmente viendo los resultados de muchos actos electorales. También la pérdida de las normas de conducta y de los códigos morales. Y quienes se hurgan las narices en público.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No decidí ser escritor: supe, sin saberlo, que lo sería cuando a los 7 años comencé a escribir mis primeros cuentos. No se me ocurre qué otra cosa podría ser o hacer.   
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Calistenia digital, cuando escribo.
¿Sabe cocinar?
Sólo historias medianamente decentes y apetecibles, aunque a veces resulten indigestas.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A mi padre y a dos amigos que ya no están: Juan Tomás Catopodis, excelente narrador, y Vytautas Palubinskas, un hombre bondadoso, extremadamente culto y con un gran sentido del humor.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
“No.”
¿Y la más peligrosa?
“Sí.”
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
A las mismas personas muchas veces. Y a muchas otras personas al menos una vez.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
No hacer a los demás lo que no me gustaría que me hagan a mí.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Sex-symbol.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Querer ser lo que no puedo.
¿Y sus virtudes?
Saber admitirlo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Un chaleco salvavidas, pertenezca o no al esquema clásico.
T. M.