Pareciera que ya sabemos todo de Machado los que lo admiramos desde
jóvenes; hay algo en el poeta sevillano de próximo, de entrañable, que nos
predispone al afecto profundo y a suponer que su vida y pensamiento no tiene
secretos para los que le queremos. Esa percepción de calidez hacia su persona,
incluso convirtiéndola en legendaria, se podía sentir al leer las
“Conversaciones” que la editorial Confluencias publicó hace unos meses, en que
todos los periodistas que lo entrevistaron manifestaban una cordialidad
sensible hacia el poeta, hacia el ser humano bondadoso, educado, inteligente.
Ahora, esa vida, ese pensamiento surgen renovados mediante un análisis
que nos convierte placenteramente en redescubridores de Machado; tal es el
enfoque propuesto en este libro en que Juan Malpartida ha hecho una excelsa
conquista, esta es, presentarnos, con extraordinario tino, las luces y sombras
de una persona, la complejidad de una filosofía, la calidad o ligereza de una
poesía: la del cantor de los campos de Castilla y del olmo viejo, la del
paisajista que iba «soñando caminos» y describía los ríos Duero y Guadarrama, la
del autor de unas “Soledades” teñidas de melancolía que tanto debían a la
claridad y transparencia de Bécquer. Sin las complacencias derivadas del común
elogio, sino con un acentuado acento crítico, el escritor malagueño ahonda de
manera concisa y sin embargo amplísima en los aspectos biográficos más
importantes de Machado, que vive “entre dos tiempos”, tras nacer en el fin de
la breve Primera República española y morir en el ocaso de la Segunda.
Amor y metafísica
Asentándose en consideraciones de Paul Valéry y Octavio Paz –el
ensayista coloca a Machado como el poeta filosófico en español por antonomasia
del siglo XX, junto con el autor mexicano y Borges–, Malpartida da un paso más
en asuntos que se han pasado por alto, como la vida erótica del poeta, lo cual
sería de obligado estudio en “alguien que hizo una poética y una metafísica del
erotismo. Fue el único escritor de su tiempo que reflexionó con extensión y
profundidad sobre el amor y el erotismo”. En este sentido destacó la escritura
de sus apócrifos Abel Martín y Juan de Mairena, “máscaras” que le sirvieron
para superar la imagen que proyectaba de “hombre taciturno, de cuerpo plomizo,
bueno, reservado, meditador y algo irónico”, y así reflexionar sobre la
alteridad, concepto clave en su pensar que ocupa las páginas más densas de un
libro que no cesa de proponer nuevas maneras de interpretar la obra y
existencia machadianas.
Malpartida, asimismo, habla sin tapujos del antifeminismo de Machado, de
su mirada hacia la mujer como si anhelara siempre la inocencia que desprende
toda niña –conoció a su futura esposa, Leonor, cuando ésta tenía trece años–,
de su enamoramiento platónico de Pilar de Valderrama, así como de su ingenuidad
por la confianza en el estalinismo. Y junto a todo ello, los poemas, algunos de
corte trasnochado, como si Machado hubiera sido un hombre, en su época, ya de
una época pasada; que sin embargo es la nuestra, pues su poética aún inspira
trabajos tan estimulantes e incisivos como este.
Publicado
en La Razón, 3-V-2018