domingo, 5 de agosto de 2018

Entrevista capotiana a Alejandro Gándara


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Alejandro Gándara.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Un submarino. La gente está acostumbrada a los encierros.
¿Prefiere los animales a la gente?
Me caen mal a partes iguales.
¿Es usted cruel?
Me temo que sí. Pero en este aspecto es inútil intentar mejorar.
¿Tiene muchos amigos?
Depende de lo que se entienda por muchos. A veces tres son multitud, como es sabido.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Disponibilidad y lealtad. También capacidad de préstamo bancario.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
La decepción es un sentimiento que cada cual lleva consigo y que lo aplica allí donde suele convenirle más. Se parece un poco a la varicela, que es una recidiva que aparece en cualquier parte y se manifiesta de modos distintos.
¿Es usted una persona sincera? 
No merece la pena llegar a tanto.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
En la montaña, echando de menos la ciudad. Y viceversa.
¿Qué le da más miedo?
Vivimos en la cultura de miedo. Todo me da miedo o al menos tengo la sensación de que todo pretende darlo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Nada me escandaliza. Lo que siento por lo general es vergüenza y lástima. Dentro de todo, sin duda, lamento esa hipocresía de corte católico que se ha colado en nuestra vida pública y que no afecta solo a los católicos.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
A su manera, todas las vidas crean. Es difícil imaginarse una vida en la que no se genera ni proyecta. En mi caso, desde luego, no la imagino.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Corro.
¿Sabe cocinar?
Sí, pero no soy un cocinillas.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Jim Ryun, el mejor corredor de 1.500 metros que ha existido y que nunca ganó nada (se le torció el destino).
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Fe.
¿Y la más peligrosa?
Esperanza.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. Pero sí he querido robarle.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Anarquista, sub especie aeternitatis.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Nada que fuera una cosa.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Diría que llegar a casa tarde, levantarme temprano y no ver Televisión Española.
¿Y sus virtudes?
No tengo grandes virtudes. Ni pequeñas. No soy muy reseñable en ese aspecto. Ni siquiera aspiro a tenerlas.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Creo que si estuviera a punto de morir, aprovecharía para contemplar el paisaje.
T. M.