viernes, 31 de agosto de 2018

Vicente Verdú o la mirada sociológica


En 1996, “El Planeta Americano” se hacía merecedor del 24º Premio Anagrama de Ensayo. Lo firmaba Vicente Verdú, cuya obra y pensamiento iban a eclosionar gracias a ese galardón y a otros dos de la misma época, el Premio González Ruano de Periodismo también en 1996, y el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes por un artículo titulado “La vista sorda”, que había publicado en “El País” el 30 de octubre de 1997, periódico al que estuvo estrechamente ligado y en el que ocupó los puestos de jefe de Opinión y jefe de Cultura. Ayer murió, tras padecer una larga enfermedad, a la edad de setenta y cinco años, en Madrid, tras una vida también dedicada a la pintura (expuso sus cuadros en exposiciones como "La alegría del color", en 2011, en el Centro de Congresos de Elche). Había nacido en 1942, en Elche, y llegaría a doctorarse en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona y a dedicarse a la poesía, con un libro muy reciente como ejemplo, de este mismo 2018, “La muerte, el amor y la menta”, en cuya presentación, el pasado febrero, hablaba de cómo estaba afrontando una muerte que le resultaba ya muy próxima.

Esa mirada periodística, penetrante y analizadora, se hizo ostensible en aquel libro dedicado a los mitos que ha engendrado la sociedad estadounidense, de tinte comercial, deportivo o cinematográfico, y cómo influyó durante el siglo XX en el resto del mundo. Por entonces, Verdú ya había publicado una decena de obras, algunas realmente originales, como su debut en 1971, “Si usted no hace regalos le asesinarán”, u otra de trasfondo sociológico, “Noviazgo y matrimonio en la burguesía española” (1974) e incluso un trabajo que se abría a lo popular, como “El fútbol: mitos, ritos y símbolos” (1981). Y es que si algo se puede destacar de la trayectoria de Verdú es su continuo acercamiento a temas y materias de variada naturaleza, hasta el mayo pasado, cuando publicó “Tazas de caldo”, una colección de aforismos, una muestra de su visión transversal, inquieta y siempre de una gran lucidez. El artista ya sentía que lo había dado todo, como declaró en la presentación de su poemario, junto al político Ángel Gabilondo, y ahora se ha marchado dejando un buen número de libros con los que comprender mejor el mundo contemporáneo.

Verdú se adentró en los misterios modernos de un imperio llamado a dominar el mundo en “China Superstar” (1998), que era una coherente continuación en este sentido de “El Planeta Americano”. Se interesó por las ciudades desde su mirada arquitectónica, mediante “La ciudad inquieta: el urbanismo contemporáneo entre la realidad y el deseo” (2005) y sobre todo tendió puentes hacia el lector para asimilar mejor esta vida nuestra, con trabajos tan audaces como “El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción” (2003), en que comparaba el capitalismo anterior con el que ya se asomaba en el siglo XXI y que, en contraste con el de producción y consumo, era considerado un “capitalismo de ficción”, cuyo objetivo primordial es gustar a las masas. Un concepto este que volvió a explotar con su acostumbrada hondura en la obra “No ficción” (2008), en que a partir de su propia biografía –cuando su mujer murió de cáncer en 2003, “la vida que se quedaba conmigo fue pareciéndome como una ficción [...]. Poco a poco, sin embargo, fue alzándose de nuevo la literatura de la vida, la inesperada salud tardía, la inédita no ficción”–, Verdú daba una vuelta de tuerca a las convenciones literarias y convertía el género de la no ficción en su reverso subjetivo.

Publicado en La Razón, 22-VIII-2018