jueves, 18 de abril de 2019

Entrevista capotiana a Belén Rubiano


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Belén Rubiano.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
No puedo pensar en un lugar que, con esas condiciones, no acabara siendo un sepulcro. Ninguno.
 ¿Prefiere los animales a la gente?
No. Afortunadamente, no tengo que elegir. 
¿Es usted cruel?
No. La crueldad me da asco. Tendría que volver a nacer para ser capaz de ejercerla.
¿Tiene muchos amigos?
Pocos y excelentes, como cualquiera que tenga amigos de verdad.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Los amigos no se buscan, se encuentran y ellos ya vienen con un surtido muy variado de cualidades maravillosas y diversas.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Eso es imposible por definición. Si un amigo te decepciona: o erraste al considerarlo amigo o has fallado tú.
¿Es usted una persona sincera? 
Salvo para librarme de una multa o conseguir algún descuento en algo, procuro no mentir nunca. Creo que a partir de una edad, si tienes que mentir, tu vida no es gran cosa. Una vez que aprendes que cuando no quieres contar algo o no tienes nada bueno que decir, el silencio hace un gran trabajo, la mentira pasa a ser un esfuerzo obsoleto y tonto.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo, pero porque la vida nunca me ha permitido responder: leyendo en mi velero, de puerto en puerto...
¿Qué le da más miedo?
La tortura y el dolor físico cuando este alcanza cotas inaceptables.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Creo que todo. Creo que, menos la primavera, nada va bien.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Lo que he sigo siempre: una gran lectora que intenta vivir sin hacer daño. Bueno, y editora, pero esas ya son fantasías de alto voltaje.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí. También es verdad que llamo ejercicio físico a caminar seis calles sin parar un taxi. 
¿Sabe cocinar?
Sí, y disfruto muchísimo. 
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Preferiría que me dieran al personaje, que algo haría con él.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Hijo.
¿Y la más peligrosa?
Poder.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí, pero nunca lo llevé a la práctica. Dejé que el tiempo hiciera su trabajo y se me pasara.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Cuando volvamos a tener un partido de izquierdas, lo votaré. 
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un gato como el que vive conmigo: burgués, no callejero. Soy de izquierdas, pero no tonta...
¿Cuáles son sus vicios principales?
De no ser porque a mi médico le he asegurado que ya no fumo, diría que el tabaco. No sé, será otro, tengo más.
¿Y sus virtudes?
Ser capaz de reconocer que tengo pocas me parece una virtud. Ah, y no soy pesada. Eso es mucho, ¿verdad?
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Mi hija, los ojos de mi hija. Sé que no vería nada más. 
T. M.