En
1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía
que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se
entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que
sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora,
extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la
que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Diego Luis Sanromán.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Elegiría
vivir dentro de un cuerpo joven, esbelto, equilibrado, vigoroso, entregado a
todos los vicios, pero resistente a todas las consecuencias nefastas que suelen
acompañarlos.
¿Prefiere los animales a la gente?
“Men and beast alike”, como decía Arturo Bandini. Hay que ser generoso y ecuánime en la distribución
de los propios odios.
¿Es usted cruel?
Ya me gustaría, pero
no me sale.
¿Tiene muchos amigos?
Según los umpa
lumpas que trabajan para Mr. Zuckerberg, mil ciento diecisiete. La mayoría no
me conoce personalmente, ni yo los conozco a ellos. La ignorancia y la
distancia me parecen los pilares más sólidos de una amistad duradera. El
contacto acaba por pudrirlo todo.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Mmm… Creo
que la respuesta a esta pregunta ya está incluida en la anterior.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Contra la
decepción existe un remedio de lo más eficaz: vacunarse pronto contra el virus
de la esperanza.
¿Es usted una persona sincera?
De
momento, prefiero seguir vivo y conservar mi integridad física en la medida de
lo posible.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Si uno lo
ocupa, deja de estar libre, ¿no?
¿Qué le da más miedo?
Definirme.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
El escándalo es una
sensación que me resulta del todo ajena. Y lo lamento, pues si hemos de creer a
Pasolini, dejarse escandalizar es un placer.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Ya hago otras
muchas cosas. En realidad, no estoy muy seguro de poder reconocerme como
“escritor”.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Nadar
contra corriente.
¿Sabe cocinar?
Quienes
han probado mi tortilla de patatas dirían que sí.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Ernest de Gengenbach.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Dios, God,
Gott, Dieu, Dio, etc. y sus múltiples sinónimos y sucedáneos.
¿Y la más peligrosa?
Dios, God,
Gott, Dieu, Dio, etc. y sus múltiples sinónimos y sucedáneos.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Ahora
mismo, a Truman Capote.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Tiendo a
la ingobernabilidad, la insumisión, la incredulidad y la impiedad. Pero se
trata sobre todo de eso: de una tendencia. La puñetera Realidad nos impone
cotidianamente claudicaciones de todo tipo.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Nada. Esa
ha sido siempre mi mayor aspiración. Pero está claro que también en esto he
fracasado.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La pereza
y el cinismo están siempre al acecho. Cada vez me cuesta más tenerlos bajo
control.
¿Y sus virtudes?
No soy lo bastante
fatuo para responder a una pregunta como esta.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Recuerdo
que una vez perdí el conocimiento, aunque ya he olvidado la causa, y la cabeza
se me llenó de cazas estelares tipo TIE que pasaban volando a toda velocidad.
Podía escuchar una música que no sabría identificar y notar el frío de la
oscuridad sideral. Jamás he vuelto a sentir una paz semejante.
T. M.