En
1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía
que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se
entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que
sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora,
extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la
que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Manuel Adrián López.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Creo estar
muy cerca de ese lugar. Es un pueblo de playa, una casita con patio para
sembrar.
¿Prefiere los animales a la gente?
Algunas
veces. De hecho, mi gata es uno de los grandes amores de mi vida.
¿Es usted cruel?
Todos lo somos
un poco, a veces sin darnos cuenta. Intencionalmente, nunca creo haberlo sido.
¿Tiene muchos amigos?
Un puñado.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad. Saber
que estamos cerca, aún en la distancia.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
He llegado
a un punto en mi vida que nadie logra decepcionarme. No espero nada. Eso sí, los
extraños siempre logran sorprenderme. Blanche Dubois en “Un tranvía llamado
deseo” de Tennessee Williams dijo: “Siempre he dependido de la bondad de los extraños.”
Yo digo lo mismo.
¿Es usted una persona sincera?
Siempre.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leo, oigo música,
tomo fotos, visualizo mi próxima estación.
¿Qué le da más miedo?
La manipulación
disfrazada en ayuda.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
El
comportamiento humano.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
No creo
que podría llevar una vida sin crear, sin construir algo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Camino.
¿Sabe cocinar?
Digamos
que se puede comer, aunque con el tema del encierro me he aventurado y hasta he
logrado ciertas recetas sin achicharrarlas.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A la poeta
cubana, ya fallecida, Elena Tamargo. Era la estrella más brillante.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Fe, aunque
sea a un pedrusco.
¿Y la más peligrosa?
Marxismo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No creo.
Aunque pensándolo bien, volvería a matar a ciertos personajes ya muertos.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Lo mismo
que en la religión, me mantengo al centro. Detesto el marxismo. Últimamente me
siento más conservador, será por las maniobras de la izquierda radical que me
parecen nefastas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Quisiera ser
un libro. No hay mejor sensación en la vida de uno, que el descubrimiento de un
libro. Esa primera vez; el olor que emanan sus páginas, los rastros que otros han
dejado. Definitivamente, quisiera ser un libro.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El pan y
la mantequilla.
¿Y sus virtudes?
Ser gente primero,
todo lo demás viene después.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Entre
sorbos de mar pensaría: ¿Quién se encargará de mi gata?
T. M.