Este 14 de
septiembre Mario Benedetti hubiera cumplido cien años. Durante décadas fue uno
de los poetas más populares del mundo, pero también tuvo una considerable obra narrativa,
periodística y teatral.
Pocos sabrán que el tercer nombre de Mario
Benedetti era Hamlet. Así lo bautizaron sus padres italianos un día de
septiembre de 1920, marcando el destino poético que le esperaba: y es que,
desde “La víspera indeleble” (1945), su primer poemario publicado, al último
–murió en Montevideo, en el 2009– , “Testigo de uno mismo” (2008), el escritor nacido en Paso de los Toros
escribió nada menos que treinta y seis libros de poesía. Y si bien fue en la
poesía el género mediante el que alcanzó cotas de popularidad difíciles de
protagonizar por parte de cualquier escritor, en la novela y el ensayo tampoco
se quedó atrás. Una obra inmensa, en definitiva. Pero también una larga vida,
ochenta y ocho años.
En el Uruguay de los años veinte, la familia
Benedetti fue buscando la manera de mejorar sus condiciones laborales, lo que
implicó trasladarse primero a Tacuarembó, cuando Mario contaba sólo con dos
años, y poco después a Montevideo. En la capital, Benedetti realiza sus
estudios primarios, pero no puede finalizar los secundarios, pues la situación
económica no da para pagarlos, y así, en 1935, entra a formar parte de una
empresa de repuestos para automóviles.
Seguramente, su posterior elaboración de una poesía sencilla, de línea
estilística clara, como sus “Poemas de la oficina” (1956), por ejemplo, remitirán
a esa doble visión de la existencia: la que está a ras de suelo, entre el
pueblo y la vida ordinaria, y la interior, la que irá creciendo en forma de
versos.
El adolescente Benedetti dará un gran paso para
salir de ese ambiente de trabajo y acercarse a otro más cultural cuando, en
1938, se traslade a Buenos Aires. A mitad de la década de los cuarenta, se
incorpora a la redacción del semanario “Marcha”, e incluso se convierte en su
director literario en 1954, hasta que el Gobierno clausure la publicación
veinte años después. Entre medias, se ha casado con Luz López Alegre (en 1946),
mujer que le acompañará hasta su muerte en el 2006, tras padecer Alzheimer, y
ha publicado libros de relatos como “Esta mañana y otros cuentos” (1949) y “Montevideanos” (1959), la novela “Quién
de nosotros” (1953) y estudios como “Peripecia y novela” (1946) y “Marcel
Proust y otros ensayos” (1951).
Cambio de rumbo
Su ingente capacidad
para crear obras literarias de todo tipo –fue autor además de cuatro dramas, la
última en el 2008–, más su dedicación plena al mundo del periodismo cultural
van a ser caminos paralelos e inagotables para Benedetti. Por otra parte, su
postura política se va haciendo pública al protestar contra el tratado militar
con Estados Unidos; esta opinión, junto con su admiración por la Revolución
cubana y el gobierno de Fidel Castro, será una constante en sus
manifestaciones. Benedetti se hace popular a marchas forzadas, gana premios,
publica y publica en revistas y periódicos, viaja por América Latina, ocupa un
cargo destacado en la cubana Casa de las Américas, funda en 1971 un grupo
izquierdista, de corta andadura, y hasta dirige un departamento de literatura
hispanoamericana en la Universidad de la República.
Todo cambia en junio de 1973 con el golpe de Estado
en Uruguay. Benedetti deja su empleo en la facultad y se exilia en Buenos
Aires, para luego trasladarse a Perú, donde es detenido. Son momentos
complicados para un errante Benedetti que, tras sufrir una deportación y gozar
de una amnistía, recala en Cuba unos meses hasta que se instala de forma
permanente en Madrid, en 1976. Por entonces, ya se ha llevado al cine su novela
más conocida, “La tregua”, candidata al Óscar como mejor película extranjera en
1974, el mismo año en que publica un significativo ensayo a tenor de su
situación, “El escritor latinoamericano y la revolución posible”.
Soledad y gloria
Sin duda, se trata de la peor etapa para Benedetti, que pasa mucho tiempo lejos de su mujer, que se ha quedado en Uruguay para cuidar de las madres de ambos. Las islas de Cuba y Mallorca, asimismo, se convierten en sus hogares transitorios, y en 1983 al fin vuelve a su país, inaugurando lo que en sus obras llamará su “desexilio”, como argumenta en “El desexilio y otras conjeturas” (1984). Al año siguiente, llega su popularidad masiva en España gracias a Joan Manuel Serrat, que pone música a algunos de sus poemas, en el disco “El sur también existe”. El estilo de Benedetti, claro, directo, sentimental, a veces lúdico y otras combativo, conecta con el gusto popular de forma extraordinaria; se hace un autor universal, un autor apreciado y muy leído. «De su mundo literario nos quedan los bellos poemas y relatos que escribió, reivindicando con amor esas vidas incrustadas en la monotonía de la rutina, de heroísmo discreto, que van puntualmente a la oficina», como dijo una vez Mario Vargas Llosa.
Sin duda, se trata de la peor etapa para Benedetti, que pasa mucho tiempo lejos de su mujer, que se ha quedado en Uruguay para cuidar de las madres de ambos. Las islas de Cuba y Mallorca, asimismo, se convierten en sus hogares transitorios, y en 1983 al fin vuelve a su país, inaugurando lo que en sus obras llamará su “desexilio”, como argumenta en “El desexilio y otras conjeturas” (1984). Al año siguiente, llega su popularidad masiva en España gracias a Joan Manuel Serrat, que pone música a algunos de sus poemas, en el disco “El sur también existe”. El estilo de Benedetti, claro, directo, sentimental, a veces lúdico y otras combativo, conecta con el gusto popular de forma extraordinaria; se hace un autor universal, un autor apreciado y muy leído. «De su mundo literario nos quedan los bellos poemas y relatos que escribió, reivindicando con amor esas vidas incrustadas en la monotonía de la rutina, de heroísmo discreto, que van puntualmente a la oficina», como dijo una vez Mario Vargas Llosa.
Pese a su edad avanzada, Benedetti no da muestras
de cansancio creativo. Al tiempo que escribe y publica sin cesar –los poemas de
“Viento del exilio”, los cuentos de “Recuerdos olvidados”, la novela “Primavera
con una esquina rota”– recibe un alud de premios y reconocimientos de todo tipo
en Europa y América. El escritor hasta se convierte en protagonista de un
importante documental, e incluso hace de actor esporádico en una película que
recurría a sus poemas, “El lado oscuro del corazón” (1992); en ella, su
protagonista era un vagabundo rico; rico porque tenía el don de amar la poesía.
Publicado en La Razón, 8-IX-2020