sábado, 29 de mayo de 2021

De la revolución del papel a los no tan modernos emoticonos


Página 185. Se reproduce la cubierta de “Don Quijote”, impresa en Madrid por Juan de la Cuesta en el año 1605, cuyo taller de la calle Atocha es en la actualidad un museo. Un editor acostumbrado a usar mucho papel, habida cuenta de que se encargaba de las obras de Lope de Vega, que escribió unas mil ochocientas obras de teatro, tres poemas didácticos, un millar de sonetos y tres novelas. Así lo cuenta Mark Kurlansky, en este estupendo “Papel. Páginas a través de la historia” (traducción de Elena González García). Es uno de los muchos ejemplos que este autor residente en Nueva York y autor de una treintena de obras nos ofrece en torno a cómo “los libros impresos con máquinas y papel hecho a mano era una combinación difícil”.

Así, desde la invención de la imprenta por parte de Gutenberg, “el mayor problema al que se enfrentaba la industria editorial era la adquisición del papel suficiente para cubrir sus necesidades”. Este tipo de anecdotario histórico-literario es uno de los múltiples alicientes de un trabajo que analiza el modo en que el papel devino una de las tecnologías principales para el ser humano, al haber participado en la alfabetización, los medios de comunicación, las religiones, la educación, el comercio o el arte. Asimismo, el autor, muy inteligentemente, además de exponer cómo ha sido el fundamento sobre el que se han asentado civilizaciones, realiza un fecundo contraste con la reflexión que puede suscitar una sociedad cada vez más digital, con necesidad de menos papel, por consiguiente.

Pero hasta alcanzar este punto, Kurlansky viaja a la China antigua y el origen del papel, que se hace a partir de fibras de celulosa mezcladas con agua, hasta convertirse en un líquido que se recoge en un molde y se deja escurrir, quedando al fin una fina capa de fibras tejidas al azar. El autor cree que si no se hubiera desarrollado esta técnica y el papel no existiera, el hombre hubiera encontrado otra solución mediante otro material, y va más allá al hablar de lo que llama “la falacia tecnológica”, esto es, la idea de que la tecnología cambia a la sociedad. Los argumentos al respecto interesarán sin duda al lector, al igual que el hecho de que el lenguaje ha vuelto a los inicios de su desarrollo, cuando surgieron los pictogramas y jeroglíficos, algo que vemos a diario en las señales de tráfico o el fenómeno de los emoticonos en la comunicación digital, volviendo así a las formas primarias de escritura.

Publicado en La Razón, 22-V-2021