domingo, 30 de mayo de 2021

Entrevista capotiana a Jesús Montiel

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Jesús Montiel.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? El rostro de las personas a las que amo. Una flor. Las plumas de un mirlo.

¿Prefiere los animales a la gente? No hago distinciones. Intento vivir aceptando todo lo que el día me trae, con todo su veneno y con toda su medicina. Una persona o uno de los gatos del barrio, qué más da. Son dos oportunidades idénticas para salir de mí, y por lo tanto para entrar en el paraíso.

¿Es usted cruel? Muchas veces al día. Cada segundo que pienso en mí, de hecho. Cada instante en el que no doy las gracias.

¿Tiene muchos amigos? Insisto: la flor, el mirlo, el rostro de quien amo. Todo me ofrece su amistad a cambio de un poco de atención. Cualquier cosa.

¿Es usted una persona sincera? Lo intento. Mi propósito, cada mañana, es ser traslúcido, tanto como una ventana limpia, recién abrillantada.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Hace tiempo, me contaron una anécdota sobre una persona importante, muy famosa, que siempre estaba atendiendo los compromisos de su agenda. Le preguntaron si tenía tiempo libre. Él respondió: todo mi tiempo es libre. Yo opino lo mismo. Intento ser libre todo el tiempo, independientemente de lo que tenga entre manos. No sé si me explico.

¿Qué le da más miedo? No amar mientras estoy en este mundo. Pasar por esta vida de puntillas, sin darme cuenta de que estoy vivo. El infierno, a fin de cuentas. El infierno es vivir sin darnos cuenta, estar ausentes de nuestra propia vida.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La maldad pura, sin aditivos, que he visto brillar en los ojos de algunas personas que fueron buenas.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? No he decidido ser escritor. La escritura, creo, no es nunca una decisión. Es obediencia. Algo tan espontáneo como la respiración. No puede aprenderse. No juego a imaginarme otras vidas. Intento lo contrario: ocupar la mía.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Corro desde hace dos años.

¿Sabe cocinar? Sí. La vida familiar lo exige. Tengo muchos niños y mi mujer y yo compartimos tareas. De otro modo sería todo mucho más difícil. Digamos que la cocina, en mi caso, es una adaptación evolutiva.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Le confieso que no sé a qué se refiere (ya dije que intento ser sincero, una ventana).

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Todas. Todas las palabras, dichas con el corazón, son cuencos de los que uno puede beber hasta saciarse. Todas las palabras, dichas de verdad, concluyen en la esperanza. La esperanza es el motor de cada vida, de la historia humana. Hasta el ser más depravado tiene esperanza, aunque sea una esperanza torcida. Sin esperanza, ninguna palabra se lanzaría desde el silencio.

¿Y la más peligrosa? Te quiero. Las palabras más hermosas pueden ser las más peligrosas, según desde donde se pronuncien: desde el infierno o el amor.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No. Rotundamente no.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? La política no decide ni cambia nada. Lo que verdaderamente decide el mundo es cada uno de mis actos. Cada uno de nuestros gestos. Lo más privado, lo que pasa desapercibido, lo que no tiene publicidad. Ese es mi credo político, el único programa que respaldo. No voto desde hace tiempo. 

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Insisto: estoy muy ocupando intentando ser quien soy.

¿Cuáles son sus vicios principales? La escritura y la coca-cola.

¿Y sus virtudes?

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Mis hijos, por supuesto, y mi mujer. Mi madre, mi abuela, las flores de mi barrio, cada una. Sus gatos. Cada camino que he recorrido asombrado. Los árboles que me han acunado desde mi infancia. Cada instante en el que saboreado la vida eterna. Todo eso junto, igual que una explosión. Un remolino luminoso. Repentino.

T. M.