martes, 26 de abril de 2022

Historia del tedio humano

Dijo en una entrevista Graham Greene que, cuando estaba en la universidad, quedó atrapado en la desesperación: «Era una época en que estaba sumido en un gran aburrimiento, un gran tedio. Era muy excitante jugar a la ruleta rusa. Cada vez exigía tomar una gran decisión: la decisión de disparar». Tuvo suerte y abandonó vivo el juego a la quinta vez, pero hubo otros que fueron más allá: Yasunari Kawabata se asfixió, a los setenta y dos años, con gas dando así fin al tedio que significaba para él la vida desde su temprana orfandad. Arthur Schopenhauer, por su parte, dijo que la necesidad y el tedio son los dos polos de la vida humana, y que esto último encontró un cauce de evasión mediante la invención del turismo. De ejemplos como estos en el terreno literario hay incontables.

Pues bien, en relación con el aburrimiento es toda una experta Josefa Ros Velasco, fundadora y presidenta de la International Society of Boredom Studies y autora de esta notable historia cultural de la también llamada acedia, que suele vincularse con la melancolía. En eso pone el foco en su prólogo Carlos Javier González Serrano, que recuerda lo que escribió Fernando Pessoa en el “Libro del desasosiego”: que «el aburrimiento es la grave enfermedad de sentir que no vale la pena hacer nada». De ahí que Ros enfoque su ensayo desde lo patológico, como una dolencia más de nuestra vida cotidiana.

Estudia así esta investigadora postdoctoral en la Universidad Complutense de Madrid cómo era entendido el aburrimiento en la Edad Antigua y durante el cristianismo medieval; por otro lado, se adentra en la llamada “abdominia de los ilustrados”; examina las caracterizaciones contemporáneas del aburrimiento en psi­cología y psiquiatría, e incluso nos muestra, con gran perspicacia y erudición, las “bondades” del aburrimiento; no duda en catalogar éste de anomalía y, ciertamente, puede llegar a ser autodestructivo, al interrumpir «el común transcurrir de las horas haciendo las veces de una afec­ción que se ha de curar», parando el reloj, la vida, que «se vacía de sensaciones, perdiendo todo su sentido y arrojándonos a una insoportable incomodidad».

Publicado en La Razón, 23-IV-2022