Magnífico este trabajo de Jean-Noël Liaut (1966), todo un especialista en escribir biografías (ha publicado unas quince), lo que le ha valido que hace siete años fuera galardonado con el Gran Premio de Biografía de la Academia Francesa. Y a tenor por “Andy Warhol” (traducción de Jordi Giménez Samanes), el reconocimiento es merecido, habida cuenta de cómo, e incluso cuándo, encaró el libro, y su resultado final. Me refiero a la paciencia del autor francés, que ha esperado un cuarto de siglo en escribir esta biografía, desde que en 1987 se cruzó con Warhol en el Beaubourg –el artista olía fuertemente al perfume que se ponía para disimular el olor a ajo, que consumía en grandes cantidades– y le acabó dedicando su tesina de licenciatura.
Tal cosa es un acierto, porque un creador como Warhol, que aún despierta rechazos y alabanzas a partes iguales, necesita del paso del tiempo para que se vean las cosas con perspectiva y aplicar una interpretación mesurada. Liaut ha construido su libro sobre la bases de una serie de entrevistas con las personas más próximas de su entorno, algo que es una novedad si lo comparamos con otras biografías de las que ha disfrutado el artista natural del área rural de Pittsburgh e hijo de unos inmigrantes eslovacos. Este es uno de los puntos esenciales a la hora de profundizar en la personalidad del célebre artista plástico: la familia. No en vano, Liaut, tras un prefacio, empieza su texto aludiendo a una anécdota ciertamente turbia que recuerda al protagonista desequilibrado de “Psicosis” con respecto a su madre.
Realmente, todo el libro contendrá un sinfín de asuntos llamativos con los que poder entender el afán por convertirse en alguien famoso que siempre tuvo Warhol, y cómo podemos considerarlo un adelantado a su tiempo. El biógrafo no duda en decir que su objeto de estudio adivinó “antes que nadie que cada cual podía alcanzar el éxito por los motivos más incongruentes”, que «toda telerrealidad al completo está contenida en su “cuarto de hora de fama”»; en suma, podríamos hablar de “profecías warholianas”; sólo hay que ver el uso del vídeo en el arte contemporáneo o en clips musicales, aún hoy.
Publicado en La Razón, 9-IV-2022