domingo, 9 de abril de 2023

Un mesías siniestro y embaucador


He aquí uno de esos proyectos literarios que implican un esfuerzo, una investigación y un talento dignos de destacarse, Los libros de Jacob, que además supone un descubrimiento de cara al lector de un personaje realmente asombroso, Jacob Frank, que se definió a sí mismo como el Mesías. Olga Tokarczuk publicó esta novela en su natal Polonia en 2014, tras seis años de trabajo; por tanto, unos cinco antes de que su nombre se hiciera mundialmente conocido gracias a la concesión del Premio Nobel.

En buena medida, fue la presente obra la que más impresionó al jurado de la Academia sueca a la hora de decantarse por esta autora nacida en Sulechów, en 1962, y formada académicamente en Psicología. Tokarczuk debutó como novelista en 1993, aupándose con el Premio de la Asociación Polaca de Editores de Libros, y también ha firmado obras teatrales y poéticas, de tal modo que se trata de una literata preparada para la observación emocional del ser humano, con una visión escénica y de personajes muy acentuada y que muestra en efecto una preocupación lingüística y formal.

Tales aspectos desembocan muy especialmente en esta historia ambientada al comienzo en la segunda mitad del Siglo de las Luces, con el protagonismo de un joven de obsesiones espirituales, rebelde y sumamente transgresor para su época. Ya desde el larguísimo subtítulo, que empieza: “O GRAN VIAJE A TRAVÉS DE SIETE FRONTERAS, cinco lenguas Y TRES GRANDES RELIGIONES”…, nos hallamos frente a una novela excepcional. Tanto, que pese a que podríamos de catalogarla de histórica, empieza con un elemento fantástico, esto es, con la abuela de Jacob, la médium Yenta, quien, después de haberse tragado un amuleto cabalista, se queda en un estado entre viva y muerta, con el don maravilloso de verlo todo: lo que le pasará a su familia y a su país.

Esta querencia por lo cabalístico y simbólico en un pasado lejano caracteriza la prosa de Tokarczuk desde su primera novela. En el posfacio, Abel Murcia informa de que aquel texto ya presentaba un siglo XVII en el que se emprendía un trayecto en pos de un misterioso libro “que el mismo Dios habría ocultado a los ojos de los mortales, aún no preparados para sus revelaciones”, por parte de un marqués perteneciente a una her­mandad secreta, una cortesana y un carretero mudo.

Asimismo, para Los libros de Jacob, la propia Tokarczuk viajó a multitud de lugares en busca de fuentes gráficas (grabados, sobre todo), bibliográficas y geográficas: al lugar natal de su protagonista, la polaca Korolówka (hoy ucraniana), y a Leópolis; a Valaquia, en Rumanía, aparte de Moravia, Estambul y Offenbach del Meno, donde Frank murió en 1791. Aquí, según dice ella misma, el registro de defunciones, matrimonios y nacimientos que halló en el archivo municipal le permitió “reconstruir la composición del séquito que acompañó hasta el final a Jacob Frank en tierras extranjeras, así como se­guir a grandes rasgos el devenir de las familias frankistas que re­gresaron a Polonia”.

Se está refiriendo, así pues, al hombre que se hizo tan carismático que estuvo vinculado con los poderosos de dos imperios, el de los Habsburgo y el Otomano, y cuyas prácticas –que incluían orgías sexuales–, le granjearon que fuera acusado de hereje. Esos avatares fueron similares a los de su referente, el turco Sabatai Tzvi, que se había autoproclamado el mesías judío el siglo anterior y que se acabó por convertir al islam para evitar que lo ejecutaran. Acabaría por fundar la secta de los sabateos, intérpretes fanáticos de la Cábala y defensores de la existencia de leyes ocultas.

En este caso, vemos cómo el frankismo constituyó una suerte de mezcla entre cristianismo y judaísmo, al aceptar el Nuevo Testamento. En este sentido, Tokarczuk, además de imprimir a su estilo un contenido descriptivo de primer orden, mediante el cual las diferentes ubicaciones de la novela, ya sean Viena, Esmirna o Polonia, se hacen meticulosas y vívidas, realiza un gran retrato del que, como dijo Gershom Scholem, fue una figura siniestra y malévola.

Publicado en Cultura/s, 1-IV-2023