No es muy extensa por ahora la trayectoria de Jeremías Gamboa (Lima, 1975), con un libro de cuentos (Punto de fuga, 2007) y una novela, Contarlo todo (2013), en su haber, a lo que hay que añadir el libro de crónicas Cuba Stone (2016). Pero tal cosa no ha impedido que haya recibido todo tipo de parabienes de figuras relevantes del ambiente literario español e hispanoamericano. De esta su segunda novela, de título algo dudoso para lo que en ella cuenta, Animales luminosos, tenemos una impresión de extrañeza. Más allá de un ejercicio de construir una novela que suceda durante una noche, que es un reto interesante, a mi modo de ver cuesta penetrar en una narración que se diría que se queda en tierra de nadie.
Fundamentalmente, Gamboa crea a una serie de jóvenes personajes que irán hablando y relacionándose durante unas cuantas horas. Uno de ellos es Todd, natural de Minneapolis y de veintiocho años, que trabaja en un restaurante “que lleva el nombre de un animal de esta zona de la llanura norteamericana donde él no nació ni se crio, y a la que aún no se acostumbra del todo”. Tiene una visión de América Latina, que comparte con otro joven, Nate, algo estereotipada o romántica, pero al fin y al cabo se trata de una mirada curiosa por esa parte del mundo, que contrastará con la visión de un chico extranjero hacia los Estados Unidos. De este, el protagonista, no se le conocerá el nombre hasta bien avanzado el texto; de hecho, se le presenta como alguien más bien marginal, metido en un campus norteamericano buscando su camino aún en la vida, casi deseando olvidar sus orígenes.
El relato recrea un mundo algo anterior a que se impongan los teléfonos móviles y las redes sociales, donde aún tienen peso las relaciones cara a cara y donde se va perfilando la vida norteamericana fusionada con la hispana, como pudiera ejemplificar el caso de Nico, un chico de Tucson de padres colombianos. Animales luminosos bebe de un cuento perteneciente al segundo libro de cuentos del autor, “Luces”, y de su vida en torno al año 2005, de las noches vividas en Boulder, Colorado, como estudiante peruano becado en el departamento de español, y de observar a tantos otros venidos de diferentes partes. Es una apuesta arriesgada, casi escribiendo en tiempo real, y en ese meritorio objetivo reside también su hándicap.
Y es que creo que el mundo nocturno, alargándose en asuntos menores para el lector, no se explota con fuerza a efectos novelescos, ni el ambiente universitario, que tanto juego ha dado en muchas ocasiones en el terreno literario, sobre todo en el mundo anglosajón. La novela, de esta manera, se va limitando a una sucesión de diálogos y relaciones entre personajes juveniles que, a mi juicio, no trasladan al lector a escenas intensas de conflicto, drama, humor, no importa qué. Lo cierto es que se extienden las explicaciones del pasado de los personajes dentro, ciertamente, de un ambiente atractivo, pero todo se asienta en demasía en charlas amables, por así decirlo, o en explicaciones de los antecedentes biográficos de los personajes, más alguna sorpresa, como el posible embarazo de una chica.
Precisamente, este detalle personal lleva a Gamboa a mostrar cómo se plantean la vida estos muchachos, “conscientes de estar en el límite de una vida que se acaba y de otra muy distinta que podría empezar si no hacen nada y dejan que la naturaleza siga su flujo”. En efecto, se trata de “chicos universitarios de los primeros años del siglo veintiuno en un país desarrollado del norte, y la naturaleza ya no es lo omnipotente que fue para sus abuelos o bisabuelos”. Pero, de nuevo, a mis ojos Gamboa no profundiza en esa situación, quedándose en la superficie de las cosas que se van asomando y que tienen que ver con la identidad, la emigración, etcétera. Una reunión de estudiantes, en definitiva, en que van proliferando muchas conversaciones bastante vacuas –por ejemplo, una inicial sobre si el lugar “donde vivían todos era o no era una ciudad. Así de antojadizo”–, a lo largo de unas páginas en las cuales se irá conociendo el origen peruano del protagonista, hasta que le llega la experiencia del amor.
Publicado en Cuadernos Hispanoamericanos
(núm. 867, octubre 2022)