sábado, 1 de noviembre de 2025

Entrevista capotiana a Emma Lira

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Emma Lira.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Una isla. Suelen ser cambiantes y cosmopolitas. Y rodearse de mar es una manera de mudar constantemente de paisaje.

¿Prefiere los animales a la gente? Prefiero casi todos los animales a mucha gente. Quizá porque no conocen la falsedad. Y porque a veces muestran más disposición que nosotros para aprender.

¿Es usted cruel? No. Es una faceta que cultivo poco. Quizá a veces debería emplearme un poco.

¿Tiene muchos amigos? Me gusta pensar que sí. Hacemos una broma recurrente sobre mis “26 mejores amigas”. Me gusta conectar gente, ver crecer a los grupos y que mis amigos se hagan amigos entre sí.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? La capacidad de estar sin juzgar. Saber que están ahí aunque el tiempo, las tareas, el día a día y los wasaps sin contestar nos coman.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Afortunadamente, no. O quizá es que si me decepcionan dejo de considerarlos amigos. Pero normalmente tiendo a buscar todos los motivos y a justificar los posibles cambios de actitud.

¿Es usted una persona sincera? Sincera, pero diplomática. A veces el silencio es una forma de no herir. Y mira que a mí el silencio me cuesta.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leyendo y escribiendo, un clásico. Preferiblemente en cualquier chiringuito frente al mar.

¿Qué le da más miedo? La polarización. Y la falta de criterio propio.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Me escandaliza que, como pueblo, olvidemos el pasado. Que tiñamos de ideología las injusticias. Que deshumanicemos al que no es como nosotros por su religión, su color, su procedencia o su identidad sexual.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Soy periodista, así que desde los once años iba muy encaminada a la comunicación, pero si no hubiera sido periodista, habría sido arqueóloga. Me gusta sentirme un poco arqueóloga a veces en mis novelas y mis reportajes.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Mucho menos del que debería. He hecho senderismo, barrancos, esquí, submarinismo… pero cuando era más joven. Yo creo que tengo la sensación de que me convalida para siempre.

¿Sabe cocinar? Sí. Y me gusta mucho. Me relaja. Se le atribuye a Agatha Christie que sus mejores crímenes los imaginaba fregando los platos. Yo creo algunos de mis mejores diálogos mientras salteo las cebolla o pelo patatas, con una copita de vino.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Uf, qué difícil. Del pasado, a Almanzor. Reciente, pero ya fallecido, Julio Anguita. Mira, los dos de Córdoba.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Solidaridad.

¿Y la más peligrosa? Razón. Cada uno tiene la suya.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No. Creo que nadie tiene poder sobre la vida de nadie, pero también sé que puesta en las circunstancias adecuadas podría hacerlo.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Quieres que te diga derechas o izquierdas, pero ya te he dicho que aborrezco la polarización. No me gusta comprar el paquete de una ideología. Si eres de derechas tienes que estar en contra del aborto y las bodas gays. Si eres de izquierdas tienes que odiar los toros y las iglesias. Si eres de derechas tienes que odiar los nacionalismos, salvo el propio, claro. Si eres de izquierdas no te puedes comprar un chalet porque eso es de burgueses. Yo creo que hay un mundo para todos donde el respeto debe ser básico. Ni los inmigrantes vienen a robarnos el trabajo, ni toda la gente de derechas es facha y explotadora. Ni hay que detestar la Semana Santa ni hay que hablar de menas, despersonalizando a niños migrantes. Creo en un mundo donde quepamos todos. Donde los muertos de ETA, de Hamás y de Israel estén en el mismo lado de la balanza, en el de la intolerancia y la violencia. Un mundo donde la convivencia sea posible y el debate nos enriquezca. Lo contrario es muy pobre. Creo en un mundo donde quepan Ayuso y Rufían. El País y la Razón. Palestina e Israel.   

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? ¿De profesión? Historiadora, arqueóloga, antropóloga... Si pudiera ser otra cosa que no fuera una persona, sería un perro. Un Golden Retriever cariñoso, tranquilote y con pelazo.

¿Cuáles son sus vicios principales? No sé si viajar podría ser considerado un vicio. O una cerveza fresquita mientras escribo o con los amigos. Si te refieres a defectos en sí, te diría que la desorganización. Suelo moverme bien en el caos, pero a veces me atasco hasta yo.

¿Y sus virtudes? Probablemente la imaginación y la empatía.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Creo que más que un flash de imágenes del pasado tendría un fogonazo del futuro. De todas las cosas que aún me quedan por hacer,

T. M.

viernes, 31 de octubre de 2025

"El amor por la muerte en la cultura germana" en la revista "Sonograma"

Tengo de nuevo la fortuna de que José de María Romero Barea se ha ocupado de reseñar, para la revista digital Sonograma, mi último libro, El amor por la muerte en la cultura germana.

jueves, 30 de octubre de 2025

Entrevista capotiana a Iván de Cristóbal

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Iván de Cristóbal.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Barcelona, la ciudad que me vio crecer y he visto crecer, y aun así me sigue fascinando.

¿Prefiere los animales a la gente? Prefiero a mi perro a mucha otra gente, pero no sería capaz de escribir nada relevante sobre un perro y si cientos de historias sobre las personas que me rodean.

¿Es usted cruel? No me han hecho suficiente daño para poder responder a esa pregunta.

¿Tiene muchos amigos? Esperemos a que se publiquen las ventas del libro y te respondo.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que acepten mis imperfecciones y no se avergüencen de las suyas.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Pocas veces lo consiguen, y cuando se convierten en amigos pierden ese superpoder.

¿Es usted una persona sincera? Cuando la pregunta anticipa dolor, suelo decantarme por la respuesta que necesitan en ese momento, que casi nunca coincide con la verdad.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? O viviendo experiencias, o volcándolas en un papel.

¿Qué le da más miedo? Descubrir un día que esa sensación de impostor que me acompaña es fundada.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Que en la sociedad actual, una mentira sea tan fácil de vender, y a su autor de encumbrar.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Para algunos la creatividad no es una opción, la necesitas como el oxígeno que respiras e impregna todo lo que haces. Además de escritor soy consultor, publicista, profesor y podcaster, y todos estos oficios parten de lo mismo; contar un relato que genere un impacto en los demás.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Camino, camino mucho, a todos lados y deprisa. Mis historias se han forjado en cada uno de los barrios de Barcelona, en los senderos del Solsonés y, cuando hay tiempo y dinero, en alguna playa paradisiaca.

¿Sabe cocinar? Lo justo para sobrevivir.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Tengo debilidad por los científicos. Elegiría o a Marie Curie, la mujer que pulverizó tanto los límites de la ciencia como los de género  o a Werner Heisenberg, que hizo más por vencer a los alemanes que su homólogo Oppenheimer. 

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Amor.

¿Y la más peligrosa? Certeza.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Me gustaría que muchos criminales desaparecieran, pero no mediante otro crimen.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Las de aquellos que trabajan por el bien común administrando los recursos de forma eficiente y con transparencia. Para mí los términos rojo y azul, derecha e izquierda o conservador y progresista, son solo etiquetas vacías para confundir y, sobre todo, dividir al votante.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Alguien muy parecido a mí con la juventud intacta y la experiencia acumulada. Y con pelo en la cabeza.

¿Cuáles son sus vicios principales? La falta de paciencia y cierto grado de vehemencia.

¿Y sus virtudes? Curiosidad y autoexigencia.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Solo una; la superficie. Hay que luchar hasta el final.

T. M.

miércoles, 29 de octubre de 2025

Kublai Kan, el hombre que condujo a Asia a su primera globalización

En este nuevo libro, Jack Weatherford nos invita a asistir no al nacimiento de un imperio, sino a su transformación más audaz: la que convierte a los herederos de las estepas en señores del mar. El emperador de los mares (traducción de Joan Eloi Roca) narra cómo Kublai Kan —nieto de Gengis, conquistador de China y fundador de la dinastía Yuan— renunció al modelo terrestre de su abuelo para imaginar un poder anfibio, oceánico, que prefigura siglos de expansión asiática. Su corte acogió sabidurías islámicas, inventó la cartografía moderna, financió astrónomos y ordenó expediciones navales que Europa no soñaría hasta el Renacimiento. Weatherford combina fuentes mongolas con una prosa ágil, aunque a veces demasiado condescendiente con su protagonista. Si en Gengis Kan y la creación del mundo moderno narraba la brutal eficacia del arco y el caballo, aquí nos muestra la fragilidad y la ambición de quien cambia el polvo por la sal.


Publicado en La Razón, 25-X-2025

martes, 28 de octubre de 2025

Entrevista capotiana a Claudia Apablaza

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Claudia Apablaza.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Elegiría, al igual que la protagonista de La siembra de nubes, la casa de mis abuelos en Las Mercedes, sexta región, Chile. Es una localidad, porque ni siquiera es un pueblo, donde vivió mi padre su infancia. Es un lugar que visitaba cada domingo para reunirme con mi familia y también donde pasaba los veranos con mis primas. Como segunda opción, me quedaría a vivir dentro de una palta.

¿Prefiere los animales a la gente? Prefiero a ciertos tipos de animales y prefiero cierto tipo de gente. Soy amantes de los perros y amante de la gente tímida y silenciosa, excéntrica, descentrada, pero que persigue algo inocuo obsesivamente.

¿Es usted cruel? Supongo que sí habita en mí la crueldad, como en toda la gente, pero mi eros la mantiene a raya y la controla amorosamente.

¿Tiene muchos amigos? No tantos como Roberto Carlos.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Tal vez las personas que más me atren son aquellas que tienen un humor que esconde que están performando la vida. Me gusta le gente irónica, con un humor oscuro, pero que ese humor esconda fragilidad y ternura.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Mis amigos me decepcionan y yo decepciono a mis amigos, porque en eso también se funda la amistad, en ir tejiendo esa pequeña batalla de amor y desamor.

¿Es usted una persona sincera? Es uno de mis defectos, la extrema sinceridad, una suerte de falta de filtro para esconder lo más íntimo. Eso deja en evidencia mis puntos débiles, los expone. Por eso te digo que es un defecto, porque deja mi cuerpo a tajo abierto.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Tirarme en mi cama, cerrar los ojos y evitar que entren pensamientos o ideas, cualquiera sea su naturaleza.

¿Qué le da más miedo? La IA y la repentina construcción de bunkers de multimillonarios.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Que mueran los niños en las guerras y genocidios, como lo que está sucediendo actualmente en Palestina.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Observadora de nubes y activista del clima.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sí, voy al gimnasio durante la semana, pero aparte camino mucho, soy heredera de ese oficio del caminar, donde el movimiento del cuerpo va definiendo también el de las ideas. Por ejemplo, el viaje de Herzog  desde Múnich hasta París en “Caminar sobre hielo”, “El paseo” Robert de Walser, Mario Levrero, y “La novela Luminosa” donde la caminata es fundamental para concretar la escritura, Viaje a Pie del colombiano Fernando González Ochoa, o las caminatas fallida de Macedonio Fernández entre Buenos Aires y Paraguay para fundar una colonia anarquista.

¿Sabe cocinar? Sí, me gusta mucho cocinar, soy monotemática con los alimentos y con lo que cocino, además de que soy aficionada a comer alimentos sin mezclas. Por ejemplo, el tomate en sí, el calabacín en sí, solo y sin mezclarlo con nada más que con aceite, una lechuga lo mismo. Me gusta ver la forma de los alimentos, su color brotando en el plato.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Mi abuelo tenía dos perros, el rempuja y la flojita. Eran una pareja inolvidable, el rempuja se llamada así por empujar y la flojita por aflojar, entonces mi abuelo decía que uno empujaba y la otra aflojaba, que hacían la pareja perfecta e inolvidable.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Nosotras.

¿Y la más peligrosa? Yo.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? A algunas abejas.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Una mujer profundamente de izquierda, pero estos meses me he estado sumergiendo en las ideas de Kohei Saito, que se centra en escritos tardíos de Marx (los llamados cuadernos etnológicos y reflexiones sobre la ecología), donde identifica preocupaciones sobre los límites ecológicos del capitalismo.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Activista del clima.

¿Cuáles son sus vicios principales? Comer palta.

¿Y sus virtudes? Creo que dedicarme a la editar y escribir.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Una fuente llena de palta molida con aceite, gotitas de limón y un poco de sal, el río de mi infancia que estaba en San Francisco de Mostazal y las nubes que me llevarían de regreso desde España a Chile.

T. M.

lunes, 27 de octubre de 2025

Un enamoramiento imprevisto

Blanca Lacasa (Madrid, 1972) pudiera presentarse ante el lector como una figura tan discreta como transversal: compositora, periodista cultural, escritora de libros infantiles y ensayista, que ahora transita hacia la narrativa adulta con la publicación de El accidente, un relato largo más bien que una novela corta. Se trata de una historia que con lo mínimo alcanza lo máximo, a partir de una anécdota simple que detona todo el argumento: el encuentro fortuito de dos personas que, por así decirlo, no deberían enamorarse, pero lo hacen, dado que ella es una mujer que tiene pareja y él es un hombre homosexual que también está comprometido. Con tales premisas, el lector puede ir avanzando en el texto preguntándose cómo abordar entonces un deseo que no es legítimo ni pragmático, que no aspira al futuro ni a la consumación, pero que sin embargo se impone como pulsión vital, casi irrenunciable.

Lo mejor, en este sentido, del librito de Lacasa es que escribe sin discursos altisonantes sobre la dimensión amatoria ni grandes proclamas, y además con toques de humor. Su prosa pretende incidir en el lenguaje de forma quirúrgica, dejándose habitar por la ambigüedad, de tal modo que practica un estilo contenido y sencillo, con el que puede no hacer exhibicionismo emocional sino insinuar asuntos que tienen que ver con el ritual del deseo cuando este se vuelve improcedente. Cierto lirismo seco y ternura pueden percibirse en El accidente, que propone en efecto un amor accidental (pero cuál no lo es) para celebrar que la vida, las experiencias de la vida que necesitamos que nos sorprendan, irrumpen donde menos uno se lo espera. Como se lee en la página 15, «le parece tan rato que al día siguiente, domingo, al día siguiente es domingo, mientras desayuna, ella le dice a su novio que ayer se encontró con algunos de sus amigos de siempre y que el chico gay nuevo se le echó encima. Se lo dice mientras se come una tostada. Tampoco piensa mucho en ello».

Un año antes, Lacasa había publicado Las hijas horribles, un ensayo que cuestionaba la figura materna desde la incomodidad que suele evitarse en la literatura de lo femenino; en aquella ocasión, el lector podía concluir que el concepto de «hijidad» que proponía la autora era una invención necesaria para reflexionar sobre la relación materno-filial. Así las cosas, estamos ante una escritora que gusta de analizar las vinculaciones humanas más íntimas y comprometidas, hasta el punto de que, como hace en sus libros infantiles, plantea un panorama oblicuo al desafiar los géneros binarios (como en Ni guau ni miau, donde el protagonista no encaja ni como perro ni como gato). Lacasa, ya sea en su prosa ensayística y ahora narrativa, lo que parece buscar es desarmar categorías preconcebidas, ya sea al respecto de qué es una buena hija o cuál es un deseo legítimo.

A comienzos de mayo, Inés Martín Rodrigo entrevistaba en la prensa escrita a Lacasa con motivo de esta obra que inaugura el formato mini de Libros de Asteroide —junto con Vamos a comprar un poeta, del portugués Afonso Cruz—, en que la autora declaraba cómo le interesa sobremanera el enamoramiento visto como «enajenación mental transitoria». Justamente, en su cuento, Lacasa explora ese momento para, al detenerlo ahí, sumergirse narrativamente en él para comprenderlo mejor. El accidente es así una oportunidad para saber cómo uno se proyecta en el ser deseado y qué pasa dentro de uno, con minuciosidad, cuando se da ese fabuloso momento pleno de detalles seductores y minúsculas sorpresas que abren la existencia hacia un mundo nuevo, materializado en el otro, donde la incertidumbre da paso a la excitación, a la alegría, al amor.

Por otro lado, Lacasa tiene una gran capacidad para acuñar palabras o conceptos que enmarcan su discurso narrativo o ensayístico, como en el caso de lo que da en llamar «ángulo muerto», expresado en la página 19, a raíz de cómo la protagonista piensa en algo «desde otro ángulo». He aquí el quid de la cuestión: presentar una situación que no debería darse pero que obliga a contemplarla e interpretarla desde otro horizonte de expectativas. «Que se quiera o no es un ángulo muerto. Incluso cuando él se dice bisexual y aclara haber estado con mujeres en el pasado, ella no sale de ese ángulo muerto», escribe el narrador de la historia, omnisciente, objetivando de manera realmente interesante «esa zona que no se puede ver pero que está. Esa ínfima parte en la que pasan cosa. Probablemente pocas, pero algunas».

Publicado en Cuadernos Hispanoamericanos 

(núm. 900, octubre 2025)

domingo, 26 de octubre de 2025

Entrevista capotiana a Alejandra Arévalo

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Alejandra Arévalo.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? En el jardín de mi casa. Es mi refugio en el campo.

¿Prefiere los animales a la gente? Si te soy totalmente sincera, prefiero a los animales. Admiro esa bondad infinita que tienen.

¿Es usted cruel? Ni con las avispas que caen en mi piscina.

¿Tiene muchos amigos? Los justos y necesarios. Conforme voy creciendo en cuerpo y mente el círculo se va haciendo más pequeño, pero más valioso.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Lealtad y que no vengan a verme todos los días.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Lo hacen los que nunca lo fueron en realidad. Lo curioso de la vida es que como dice el libro de Laura Norton, “Hay gente que viene y bah”. El mundo está lleno de gente bah.

¿Es usted una persona sincera? Demasiado.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Escribiendo, ilustrando y editando. También sentada en el balancín comiendo helados.

¿Qué le da más miedo? Dejar de ser.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Lo malos, egoístas y destructivos que podemos ser los humanos.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Me hubiera encantado estar en Italia restaurando cuadros antiguos, en la soledad entre el pincel, el arte y el silencio. Quizá ya lo hice en otra vida y por eso me imagino esa escena como si fuera real.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Debería. El tiempo últimamente se me va en las letras.

¿Sabe cocinar? Adoro cocinar.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A la reina Isabel I de Inglaterra. Debió de ser un personaje fascinante.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Amor. Ya lo decían los Beatles…

¿Y la más peligrosa? Ira.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Muchas veces, pero me contiene la sensatez.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Ninguna y todas.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Una tortuga gigante de las Galápagos.

¿Cuáles son sus vicios principales? Tengo pocos.

¿Y sus virtudes? El autosabotaje me nubla la vista.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? El rostro de lo que amo.

T. M.

miércoles, 22 de octubre de 2025

Mi biografía de Eisenhower en Sudamérica


Ya tengo la edición en español (antes había aparecido en Italia) de mi biografía sobre Eisenhower (editorial EMSE), dentro de la colección "Protagonistas de la II Guerra Mundial", que se ha comercializado en Argentina, Chile y Perú.

martes, 21 de octubre de 2025

Entrevista capotiana a J. de Haro

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de J. de Haro.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? En Puerto de Mazarrón, frente al mar, es el lugar donde siempre me encuentro.

¿Prefiere los animales a la gente? Prefiero a las personas, pero echo de menos en ellas cualidades de los animales: sinceridad, lealtad y amistad sin condiciones.

¿Es usted cruel? No me considero cruel. Aunque en ocasiones mi sinceridad ha hecho que lo parezca.

¿Tiene muchos amigos? Pocos, pero los suficientes.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Lealtad sin condiciones, aunque pensemos distinto.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No. Las decepciones suelen venir de quienes no lo eran.

¿Es usted una persona sincera? Sí. Creo que la mentira siempre pasa su factura...o al menos, eso quisiera yo.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Con mi familia y, últimamente, la bicicleta, que me da libertad.

¿Qué le da más miedo? Dos cosas: que pueda pasarle algo malo a mi familia.... y Hacienda.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La mentira, sobre todo cuando no tiene consecuencias.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Soy electricista, también es una profesión muy creativa.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sí, bicicleta. Me ayuda mucho física y mentalmente, es mi manera de desconectar.

¿Sabe cocinar? Lo justo para sobrevivir... aunque una tortilla sé hacer.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Sobre mi abuela materna. Era especial.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Siempre. Nos da la idea de continuidad. Algo bueno puede permanecer en el tiempo.

¿Y la más peligrosa? Nunca. Corta de raíz las oportunidades, cierra caminos.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Hace muchos años, cuando era mas joven. Con la edad aprendí que es mejor dejar que el tiempo haga de juez.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Mi tendencia política ideal sería cualquiera que cumpliera lo que promete. A día de hoy, no conozco ninguna.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Siempre he querido ser un águila. Volar alto, observar el mundo desde arriba, sin barreras y con libertad.

¿Cuáles son sus vicios principales? Me muerdo las uñas, desde siempre. No he conseguido dejarlo. 

¿Y sus virtudes? Constancia, paciencia.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? La sonrisa de mis hijos, que es lo último que querría perder.

T. M.

lunes, 20 de octubre de 2025

Conferencia en el Instituto Cervantes de Estambul


"La Biblioteca Álvaro Mutis organiza una conferencia a cargo del director de la revista Qué Leer, con motivo del Día Internacional de las Bibliotecas. La conferencia pondrá en valor el papel fundamental de las bibliotecas como espacios de conocimiento, reflexión y acceso a la cultura. Asimismo, ofrecerá una reflexión sobre la evolución de estos espacios, destacando el contraste entre las bibliotecas del pasado y las del presente, y subrayando su papel renovado en la sociedad actual."

Jueves día 23, Instituto Cervantes de Estambul: Tarlabasi Bulvari núm. 9, 34435 Beyoglu (Turquía), a las 19:00 h.

domingo, 19 de octubre de 2025

Entrevista capotiana a Mayte Calderon Grobet

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Mayte Calderon Grobet.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Zihuatanejo en la costa pacifica mexicana. El lugar en donde he sido feliz en muchas etapas de mi vida. Todos los recuerdos que contiene este puerto de pescadores harían de mi encierro un espacio sostenible. Además, la cercanía al mar con las playas largas del pacifico funcionarían como un bálsamo al espíritu.

¿Prefiere los animales a la gente? La gente, por supuesto, pero si me encontrara sola optaría por adoptar a un perro.

¿Es usted cruel? De ninguna manera y hasta ahora no planeo serlo.

¿Tiene muchos amigos? Sí, muchos de mis amigos son mi familia. Al migrar muy joven a Suecia, mis amistades lejos de México se convirtieron en una especie de clan familiar

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Generosidad, inteligencia, bondad. Suelo buscar almas afines con intereses similares. Me gusta tener amigos divertidos, que me hagan reír.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Muy pocas veces.

¿Es usted una persona sincera? Intento serlo.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Me gusta leer en mi tiempo libre y muchas veces en el no tan libre.

¿Qué le da más miedo? Envejecer.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Que el mundo siga revuelto y que gente inepta ocupe las altas esferas del poder mundial.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Probablemente seria guía en un museo, contando historias de personajes míticos. De lo contrario sería bibliotecaria o la dueña de un café en donde la gente pueda leer, charlar y comer tartas de crema como los de la ciudad de Viena.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Me gusta mucho correr. Soy como Murakami ya que las ideas para mis escritos se concretizan cuando corro.

¿Sabe cocinar? Sí. Cocinar es relajante. Funge como un espacio meditativo.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A la Archiduquesa Carlota, Emperatriz de México. Personaje incomprendido de la historia de México. Tristemente recordada como loca.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? La misma palabra: ESPERANZA.

¿Y la más peligrosa? NUNCA.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No. Es un sentimiento que no he tenido pero que he imaginado a través de la creación literaria al elaborar un personaje de ficción.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? La no violencia como Gandhi. La quimera de vivir en democracia, sin guerras.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Una gaviota para volar en libertad y observar la belleza de nuestro planeta desde las nubes.

¿Cuáles son sus vicios principales? Beber café. Levantarme tarde.

¿Y sus virtudes? Generosa, positiva, empática y bastante paciente con la gente que me rodea.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Imágenes de vida con los recuerdos más potentes. Con seguridad la infancia protagonizada por mis padres, abuelos y hermanos. Vería las caras de mis tres hijos. Probablemente reviviría momentos de plenitud en el amor romántico. Utópicamente todo en paz y gratitud. Sin pánico…

T. M.