domingo, 29 de enero de 2023

Entrevista capotiana a Mateo Rello

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Mateo Rello.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Si se me permite la licencia poética, escojo como “lugar” cualquier historieta de Hugo Pratt, preferentemente alguna de Corto Maltés.

¿Prefiere los animales a la gente? Nunca. Diré al respecto que celebro la reciente legislación que reconoce a los animales como seres sintientes: por ellos y por nosotros, porque nos hace mejores como sociedad. Ahora bien, estoy en contra de ese animalismo extendido que permite a los perros acceder al metro y al tren, y que pronto pedirá para las mascotas el derecho al sufragio universal; me parece el síntoma de una decadencia y de una estupidización.

¿Es usted cruel? Tengo esa tendencia, sí.

¿Tiene muchos amigos? Pocos y buenos.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Básicamente, la lealtad.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Seguramente en la misma medida en que yo a ellos.

¿Es usted una persona sincera? Como persona civilizada que soy, soy también sólo razonablemente sincero.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leyendo.

¿Qué le da más miedo? Una forma concreta de cáncer, que, por superstición, no voy a mencionar.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Últimamente, con la guerra de Ucrania como telón de fondo, pienso mucho en ello. Me escandaliza el grado de monstruosidad de quien es capaz de desencadenar una guerra, sea por el motivo que sea, pero quizás con la única excepción de la guerra social.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Los olores declinan mi sensibilidad: mi vocación no desarrollada es la de perfumista, aunque esa también sería una vida creativa.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? En la media en que me lo permiten mis castigadas rodillas y mi condición de fumador empedernido, corro en la montaña.

¿Sabe cocinar? Como cocinero, soy algo chapucero, pero muy curioso.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Al anarquista Salvador Seguí, “el Noi del sucre”.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Pues, para empezar, la palabra “palabra”, que es lo más intrínsecamente humano.

¿Y la más peligrosa? Patria.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Con preocupante frecuencia, pero lo negaré delante del juez.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Me he formado políticamente entre anarquistas. Si hoy dijera que lo soy, sería un impostor y un mamarracho, pero la crítica anarquista al estado, que entronca con las primeras críticas al discurso ilustrado como ocultación de la mera voluntad de poder (Nietzsche y etcétera), me parece vigente a diario.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Me repito: perfumista.

¿Cuáles son sus vicios principales? Mi amado tabaquismo y mi amada gula.

¿Y sus virtudes? La tenacidad.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Quizás, por afinidad y precisamente, la de una vez en que, siendo niño, perdí pie en la playa de Montgat y casi me ahogo. La playa de Montgat de mi infancia: el lugar en el que más feliz he sido jamás. Sería como cerrar un círculo, y todo podría haber sido un sueño, una ficción.

T. M.