Alerta, tenga cuidado si pretende leer a Ernest Hemingway. Así lo entiende Penguin Random House, que está reeditando las obras del autor estadounidense con un encabezamiento que puede leerse, por ejemplo, en “París era una fiesta” (de 1926, “The Sun Also Rises”, en su título original). Tal advertencia viene a decir que la decisión del editor de presentar el texto como se publicó en su día no pretende respaldar las representaciones culturales o lenguaje que se contienen en él. Al parecer, las palabras utilizadas y las actitudes de los personajes, es decir, meros entes de ficción, no son los adecuados en virtud de lo que la llamada cultura woke y demás cancelaciones prescriben hoy en día.
De este modo, el que fuera premio Nobel, autor superventas, admirado por infinidad de colegas escritores y uno de los hombres de letras más famosos de la historia, en buena parte por su vida pública y viajes por Europa, España muy particularmente y Cuba, se une a lo que ya han padecido otros autores. No estamos refiriendo, siempre en el mundo anglosajón, a Roald Dahl, Ian Fleming y Agatha Christie, cuyos libros están siendo modificados para que ya no haya nada que pueda considerarse ofensivo en el terreno de la etnia, la raza, el feminismo o el peso corporal. Pero lo más curioso es que hasta una novela como “El viejo y el mar” también ofrece una advertencia pensada para los estudiantes de Historia y Literatura de la Universidad de las Tierras Altas e Islas, en Escocia, una zona relevante por su industria pesquera.
Algo terriblemente enojoso han tenido que ver en ese escrito de Hemingway, sobre un veterano pescador que lucha durante días por capturar un pez, para pensar que podría ser susceptible de levantar ampollas en lugares donde la agricultura, la pesca o la caza tienen una particular importancia. ¿La próxima diana censora será la ballena Moby Dick por alguna queja animalista? ¿Será el próximo Ray Bradbury, del que se cuestionará su manera de presentar a los marcianos si no son lo suficiente ecosostenibles? ¿Se atreverán a desmantelar los versos de Shakespeare, al que han aupado absurdamente hasta la inalcanzable altura de Cervantes, después de que alguien considere que lo de “ser o no ser, he aquí el dilema”, es duda que atenta contra algún deje nacionalista?
Ya se hizo con Chaucer, convirtiéndolo en misógino y antisemita trayendo a colación algunas intervenciones de sus personajes, cuando el autor de los “Cuentos de Canterbury” fue justamente lo contrario. Pero la ignorancia, la mojigatería y las ganas del ser humano de quejarse por nimiedades, en una sociedad occidental ociosa y con afán de bienestar material, serán las pautas que gobiernen nuestro inmediato futuro. En fin… ¿qué ganará una editorial manipulando textos clásicos y tratando a la gente como necios que no son capaces de pensar por ellos mismos que tal o cual libro respondió a patrones estilísticos, libertad de expresión o hábitos lingüísticos propios de su época? Cuando menos, el desprecio de los verdaderos lectores inteligentes.
Publicado en La Razón, 2-VII-2023