domingo, 7 de julio de 2024

Entrevista capotiana a José Carlos Yrigoyen


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de José Carlos Yrigoyen.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Mi taller de trabajo.

¿Prefiere los animales a la gente? En general, sí.

¿Es usted cruel? He probado serlo con cierto éxito.

¿Tiene muchos amigos? Los suficientes.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Su inteligencia.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Sí, pero es recíproco.

¿Es usted una persona sincera? Depende.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leyendo, caminando y escribiendo. 

¿Qué le da más miedo? La muerte a destiempo.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La ignorancia orgullosa.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Portero de fútbol o redactor de enciclopedias.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Caminar.

¿Sabe cocinar? No.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? John Berryman.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Ninguna en particular. No espero tanto de las palabras.

¿Y la más peligrosa? No sería peligrosa si fuera tan fácilmente identificable.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Sí, como todo el mundo.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Soy un liberal con rostro humano.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Joven.

¿Cuáles son sus vicios principales? Unas cuantas adicciones con las que he aprendido a vivir. Un optimismo a veces injustificado.

¿Y sus virtudes? Insignificantes en cuanto a los defectos.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Desconfío de los esquemas clásicos. Lo más probable es que el terror del momento ocupe todo mi campo imaginativo. Estaremos de acuerdo que lo contrario sería un desperdicio de imágenes, quién sabe si alguna de ellas valiosa.

T. M.