viernes, 6 de diciembre de 2024

Entrevista capotiana a Julià Bretos

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Julià Bretos.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Sin duda mi ciudad, una burbuja llamada Barcelona.

¿Prefiere los animales a la gente? A la gente, en especial la humana.

¿Es usted cruel? Nunca cruel, aunque mi sinceridad no conoce de disfraces.

¿Tiene muchos amigos? Hay quién te considera amigo con tan solo dar la hora; yo soy algo más exigente. No, no tengo demasiados amigos.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? La cuestión es que no busco amigos, si acaso los encuentro, cada uno con unas cualidades que no he buscado.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Nunca, porque no espero nada de ellos.

¿Es usted una persona sincera? 100%. Demasiado sincera, aunque también sé callar.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Creando tramas ingeniosas para mis relatos.

¿Qué le da más miedo? No dominar una situación, por ejemplo con mis alumnos en clase.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Soy demasiado imperfecto como para escandalizarme por nada.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Yo soy ingeniero informático de formación y crear un programa es tan creativo o más que escribir. Me considero un artista de la programación.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Suelo hacer varios ‘Rajoys’ a la semana, o sea, caminar rápido, pero, en mi caso, sin perder la dignidad.

¿Sabe cocinar? Nivel 3 sobre 10, pero tanto los rovellons como los calçots se cocinan solos; o sea, que con un 3 sobre 10 ya basta para relamerse.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Carles Capdevila.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? ‘Hola’, que es el inicio de cualquier fantasía.

¿Y la más peligrosa? ‘Si eso, ya te llamaré’, sinónimo de ‘piérdete’.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Nunca, pese a que hay quien hace esfuerzos denodados por ser el primero.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? No cometeré el error de posicionarme públicamente, pero no tengo inconveniente en confesar que detesto a aquellos que normalizan el menosprecio de mi cultura.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Un árbol gigantesco en medio de la ciudad, de aquellos que por ley no se pueden derribar, y así ver pasar la historia a mi alrededor. Una especie de Puerta de Alcalá con ramas.

¿Cuáles son sus vicios principales? La búsqueda de la perfección que no me permite alcanzar la felicidad, y una clara tendencia a la presuntuosidad, inevitable dado el resto de mis virtudes.

¿Y sus virtudes? Todas aquellas que me obligan a ser presuntuoso, en especial, mi indudable atractivo físico.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Si acaso me lo pregunta cuando me esté ahogando. Todavía no dispongo de tal experiencia vital. En cualquier caso, el momento icónico que mayor impacto ha supuesto en mi vida ha sido aquella maravillosa flecha de fuego que hace treinta años voló sobre el cielo de Barcelona.

T. M.