En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Elsa Plaza.
Si tuviera que
vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? No
sé, no puedo imaginarme presa, cualquier lugar del que no se puede salir es
angustiante. Pienso en mi madre, encerrada en la orden de ser una buena esposa
, cada día volviendo a realizar los mismos gestos comprar, lavar ropa en una
pileta con agua fría, limpiar una casa. Y al otro día volver a comenzar. Sin
deseos, sin horizonte. Así creo que son todos los lugares de donde no podemos
salir, rutinas en las que nos encierran o nos encerramos, obedientes. Soy
desobediente gracias al ejemplo de mi madre, por lo que nunca elegiría vivir
encerrada en un solo lugar.
¿Prefiere los animales a la
gente? La gente es la humanidad,
¿no?. La gente en abstracto es pensar que yo debo preferir a personas como
Trump, Biden, Milei, Netanyahu, cualquier asesino psicópata o guerrero o a un
exmarido maltratador ...preferirlos a a
mi gatita. El dilema es falso, podría decir que salvaría a mi gatita porque los
otros son seres que odian la humanidad y mi gata y por extensión todos los
animales son inocentes por naturaleza… Pero el término «la gente», implica más
que esa simple elección cargada de un
resentimiento enorme debido a las víctimas que dejan en sus caminos personas
como las que acabo de citar. «La gente», la humanidad es también personas
maravillosas que denuncian criminales, que actúan y que sueñan un mundo mejor,
más igualitario para todas y todos, cuidando de esa naturaleza de la que formamos parte, junto
con todos los seres vivos. Por eso elegiría la gente haciendo esa salvedad de
que entre la gente, en abstracto, existen también seres que no merecen formar
parte de la comunidad de seres humanos, ya que se nutren de la depredación de
todos los seres vivos.
¿Es usted cruel? Intento no serlo, no sé si lo logro.
Tiene muchos amigos? Amigos y amigas.
¿Qué cualidades busca en sus
amigos? No busco cualidades ellos y ellas ya las tienen de por sí
y eso nos acerca. Son personas que he ido conociendo a lo largo de mi vida y
con las que hemos coincidido en algún
proyecto común como activistas o en un lugar de trabajo como la universidad u
otros espacios relacionados con el feminismo, por ejemplo, o las asambleas o
grupos barriales. O son compatriotas a los que conozco desde hace muchos años y
a los que me une muchas coincidencias: un origen común con sus giros de
lenguaje, una historia política, un humor parecido...
¿Suelen decepcionarle sus
amigos? No, nunca.
¿Es usted una persona
sincera? La sinceridad tiene el
límite de la piel de la persona que tenemos delante. Intento no dañar, aunque
casi siempre busco la manera de decir lo que pienso, sin violencias. Aunque, a
veces, me salen exabruptos.
¿Cómo prefiere ocupar su
tiempo libre? No cumplo horarios, soy jubilada. Por lo que me
administro el tiempo de acuerdo a mis propios planes de trabajo: siempre tengo
algún proyecto en marcha ya con la pequeña editorial que llevamos con otros
compañeros: Historias del Raval, que produce la editorial El Lokal, o proyectos propios
de investigación o de ficción. También acostumbro
a ir al club a bailar zumba, hacer gimnasia o ir a piscina, el club Horta está
frente a mi casa y me encanta pasar allí un rato, me levanta el ánimo cuando
estoy un poco triste. Y sobre todo intento ser una madre y una abuela presente,
por lo que me gusta encontrarme con mis hijos y viajo a Granada con frecuencia a cargarme del cariño de mis
dos nietos, y de toda la familia de mi hijo y nuera que son maravillosos.
¿Qué le da más miedo? El regreso del fascismo, y como se va aceptando, borrando la memoria de lo
que significó históricamente.
¿Qué le escandaliza, si es
que hay algo que le escandalice? Precisamente, esa ausencia
de memoria histórica que se cultiva a través de discursos que borran o
justifican los crímenes del pasado o la historia del feminismo y la clase
obrera, intentando con ello separar a las personas que deberían estar unidas en
sus justas reivindicaciones. El discurso neoliberal ha hecho un arte de esta
distorsión.
Si no hubiera decidido ser
escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Ser profesora, como también lo he sido.
¿Practica algún tipo de
ejercicio físico? Sí, ya lo contesté en la pregunta anterior, además,
también, me gusta caminar mucho y sola, soy muy lenta y me detengo mucho, por
lo que es difícil pasear con alguien a mi lado.
¿Sabe cocinar? Todo el mundo sabe cocinar, quien diga que no es porque tiene el dinero
suficiente para comer fuera todos los días, o a una persona a su servicio que
le cocine. Encender el fuego y poner una olla con agua y alimentos a cocer no
es ningún secreto, solo es voluntad.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno
de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? ¿Existe aún el Reader’s Digest? Me trae recuerdos de mi infancia, un vecino
los coleccionaba. Tenía pilas de esa revista y de vez en cuando las ordenaba en
el pasillo comunal. Mi padre decía que era una revista delineada por la CIA. No
sé si era así, pero sí que vehiculizaba toda la ideología de un feliz american way of life. Por lo que no sé si me publicarían a mi personaje
inolvidable: Emma Goldman, militante obrera en los USA, feminista y anarquista,
que murió exiliada en Toronto.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Paz.
¿Y la más
peligrosa? Guerra.
¿Alguna vez ha querido matar
a alguien? No sé si matar, pero sí hacerle daño.
¿Cuáles son sus tendencias
políticas? Una izquierda realmente internacionalista y feminista.
Si pudiera ser otra cosa,
¿qué le gustaría ser? Un gato casero. Dormitando y
soñando, sobre un almohadón calentito el día entero. Y de vez en cuando, saltar
una tapia para buscar aventuras nocturnas.
¿Cuáles son sus vicios principales? Tengo ataques de bulimia, que intento reprimir. También la frecuentación de archivos , es un vicio caro de mantener.
¿Y sus virtudes? El intentar cumplir mis promesas y
demostrar mi cariño a las personas cercanas.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Imágenes de mi infancia en Buenos Aires, en un patio de vecinas, escuchando la radio, luego caminando por mi barrio en San Cristóbal de la mano de mi abuela, mi madre joven con un vestido a lunares, igual que el que me había hecho a mí. Mi padre pidiéndome que vaya a buscar sus cigarrillos en el bolsillo del saco, y el miedo que me daba atravesar el pasillo oscuro para ir a buscarlos. El nacimiento de mi hermano y mi abuela y yo subiendo las escaleras del hospital donde estaba ingresada mi madre. La escuela de Bellas Artes en la calle Cerrito y Juncal. El barco que me llevaba a Barcelona, y el mirar el cielo inmóvil, acostada junto a un chico suizo observando ese cielo desde la proa. La caricia y el beso de un hombre en el bar El Paraguas en Barcelona. Un encuentro fortuito en la plaza Real, una noche. Los nacimientos de mis dos hijos…
T. M.