martes, 31 de marzo de 2015

Entrevista capotiana a Sara Mesa

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la «entrevista capotiana» con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Sara Mesa.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una casita en una playa virgen. Eso no estaría nada mal.
¿Prefiere los animales a la gente?
En algunos casos, sin duda.
¿Es usted cruel?
¡No! Pero a veces gasto lo que yo llamo “el colmillo retorcido”.
¿Tiene muchos amigos?
Posiblemente más de los que merezco.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Generosidad y humor.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No.
¿Es usted una persona sincera? 
Con la edad estoy tratando de serlo, pero me temo que lo que me sale es ser más bruta.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Me gustan los dibujos animados y las carantoñas. Estoy en serio.
¿Qué le da más miedo?
La violencia.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
El despilfarro.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me hubiera gustado dibujar. A veces pienso que escribo porque no sé dibujar ni cantar ni tocar ningún instrumento ni bailar.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Me gusta nadar, así que en la casa de la playa de la primera pregunta incluiría también una piscina.
¿Sabe cocinar?
Sólo recetas que no llevan más de media hora. En cortar queso y abrir una lata de sardinas se tarda aún menos. Me gusta lo sencillito.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Jesús Lutero, El Pera. Un verdadero personaje sevillano.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Ni idea. Una pregunta muy difícil esa.
¿Y la más peligrosa?
Esta es más fácil, hay varias. Elegiré raza. Se suele usar para cosas muy feas.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
He deseado que desaparecieran, pero matarlos no.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
¿Escepticismo?
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un hombre. Para variar.
¿Cuáles son sus vicios principales?
No sé. Qué pudor incluso pensarlo.
¿Y sus virtudes?
Tampoco sé. Soy muy aseada, eso sí.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Soy incapaz de imaginar eso. Se me vienen imágenes absurdas: un galgo, un huevo frito, Bob Esponja… Supongo que para distraerme de la muerte.

T. M.

lunes, 30 de marzo de 2015

67 cartas entre Rosa Chacel y Ana María Moix


Un momento, un momento. Vamos a ver… ¿Ana María Moix nos está diciendo ahora, ella que ya no está entre nosotros –desaparición de la que me hice eco en La Razón, ya hace un año, aderezado con un recuerdo personal luego en la entrada del blog correspondiente–, lo que transcribo en seguida, o lo decía hace cincuenta años, en 1965, cuando se lo escribió en su primera carta a Rosa Chacel, que por entonces residía en Río de Janeiro?: “La literatura actual está tan viciada de gratuismo, comercialismo, afán de exhibición y falsos e incomprensibles reconocimientos por parte del público lector que ya no sé si es que no se sabe escribir o no se sabe leer”.

De la edición de estas cartas ya se ocupó el siglo pasado la profesora universitaria y escritora Ana Rodríguez Fisher, de la que reseñé su última novela en abril del 2014, El poeta y el pintor, y ahora la joven editorial Comba las recupera muy oportunamente. Moix, de seno burgués, intelecto precoz, pasión lectora, habla en ellas de la universidad española, entiéndase de sus desastres, y de la educación española, entiéndase lo mismo, de una forma que, tras cinco décadas, solo puede empujarle a uno a hacer un copy-paste y trasladar tales juicios al día de hoy, lleno de humo que empaña la verdad y nos lastra a ser un país de servicios turísticos y mendigantes de trabajo. 

sábado, 28 de marzo de 2015

Entrevista capotiana a Luis María Cazorla

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Luis María Cazorla.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Madrid, aunque me costaría mucho hacerlo, porque conozco muchos lugares de España y de fuera de España en los que me siento muy a gusto.
¿Prefiere los animales a la gente?
Sin lugar a dudas, prefiero la gente.
¿Es usted cruel?
No, no soy nada cruel. La crueldad me produce un gran rechazo.
¿Tiene muchos amigos?
Amigos en sentido estricto, desgraciadamente pocos; en sentido amplio, muchos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad, integridad y congruencia.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Sí, bastante.
¿Es usted una persona sincera?
Creo que mucho; a veces, demasiado.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Con la lectura, el deporte, el disfrute de la naturaleza, el arte, la música y el cine.
¿Qué le da más miedo?
Decepcionar a los que confían y creen en mí.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La mezquindad, la deslealtad y la incongruencia personal.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Lo que soy: abogado y catedrático. Solo soy un escritor muy modesto y parcial.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Soy muy deportista: corro, hago pesas, esquío y nado.
¿Sabe cocinar?
No.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Stefan Zweig, extranjero, y a Azorín, español.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Amor.
¿Y la más peligrosa?
Conformismo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No, me repugna solo pensarlo.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy oscilante entre el centro izquierda y el centro derecha según el momento que viva España y la confianza personal que me puedan ofrecer los que encarnen en cada momento estas corrientes políticas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Arquitecto o profesional en una rama que combinara técnica y estética.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Impaciencia y cierta intemperancia.
¿Y sus virtudes?
Tesón y laboriosidad.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Se solaparían imágenes de lo mucho que he disfrutado en la vida que se está yendo con otras de lo mucho que me queda por hacer.
T. M.

viernes, 27 de marzo de 2015

Hundirse en África


Un año después de «Peste & Cólera», con Louis Pasteur como personaje en la Francia de finales del siglo XIX y otro científico como protagonista que recalará en el Extremo Oriente, Patrick Deville vuelve a embarcar al lector hacia el exotismo y las exploraciones geográficas. Si en aquella obra, las incursiones en la jungla o el afrontamiento de grandes epidemias daban al conjunto un toque conradiano, en esta «Ecuatoria» (traducción de José Manuel Fajardo, publicada en el año 2009), vuelven a aparecer similares referencias, como la de Livingstone, en torno sobre todo a Pierre Savorgnan de Brazza, que fundara Brazzaville, la capital del Congo, en 1840. Una novela-documento, por así decirlo, con tono de crónica histórica y estructura cambiante y variada, pues recorre en breves capítulos los territorios de Gabón, Sao Tomé, Angola, el Congo, el río Nilo, Argelia, el lago Tanganika y Zanzíbar.

Para trazar ese trayecto de tintes periodísticos, Deville se apoya en personajes reales, como el explorador Henry Stanley, el médico Albert Schweitzer y el citado Brazza, «un contemporáneo de Jules Verne» que creía en «las virtudes de la ciencia y el comercio», pretendió «liberar a los esclavos» y quiso ser un nuevo Livingstone desde que navegara en piragua sobre el Ogooué para «hundirse en el corazón de África». El autor francés se luce dominando las intrahistorias de todas estas personalidades y los países que pisan configurando una suerte de investigación que llega al presente y que mezcla política colonialista, biografía de grandes aventureros y apariciones tan curiosas como la de Che Guevara, que estuvo apoyando los movimientos revolucionarios congoleños en 1964. 

El resultado es un texto sorprendente, demasiado monótono y sobrio por la necesidad del registro elegido, pero audaz sin duda, cuya mejor cualidad reside en el hecho de que el continente negro y algunos de sus visitantes más famosos se imbricarán de una forma u otra, pues cualquiera «se puede convertir en Kurtz o en Schweitzer» dado que en esas «tinieblas» conradianas «el horror y la santidad» comparten un mismo destino.

Publicado en La Razón, 26-III-2015

jueves, 26 de marzo de 2015

Entrevista capotiana a Francisco Gálvez

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Francisco Gálvez.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Córdoba y sus alrededores de Sierra Morena.
¿Prefiere los animales a la gente?
Depende qué clase de animal. Pero me gusta más la gente.
¿Es usted cruel?
No lo creo.
¿Tiene muchos amigos?
Nunca se pueden tener muchos amigos, de los de verdad, ojalá pudiera ser.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad, generosidad y afecto.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Pienso que no.
¿Es usted una persona sincera? 
Trato de serlo y creo que lo soy.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Conversando.
¿Qué le da más miedo?
La calumnia y la incomprensión.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La injusticia.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Procurar otra ocupación creativa.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Bicicleta, de vez en cuando.
¿Sabe cocinar?
Lo suficiente para bastarme.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Tendría que ser más de uno.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Sí.
¿Y la más peligrosa?
No.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Muchas, pero no creo que lo hubiera llevado a cabo.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Libertad y respeto.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Escritor.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Todo aquello que me impulse a vivir.
¿Y sus virtudes?
Se las tengo que preguntar a los demás.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
El tronco de un árbol.
T. M.

miércoles, 25 de marzo de 2015

El “dinero” de John Lanchester y Miguel Brieva

He aquí dos de los artistas actuales que más admiro. Uno de ellos es el inglés John Lanchester. Reseñé, absolutamente maravillado, su novela Capital, para mí sin duda alguna una de las mejores que llevamos de siglo y la que mejor refleja nuestro tiempo dominado por la especulación (la económica que origina otras de alcance moral, familiar, etcétera). Lanchester (nacido en Hamburgo en 1962 pero educado en la India, Hong Kong y Oxford), trabajó en la City londinense como experto financiero, y ese conocimiento directo de los intríngulis del ambiente de la circulación de dinero lo extendió de forma increíblemente inteligente y talentosa a esa gran novela. Ahora, se publica un volumen necesario, magnífico, indispensable ya para movernos en las arenas movedizas de la información que nos salpica a todos y que tiene al euro y al dólar –con el permiso de la libra, el yuan y el marco alemán– como la pareja de moda perpetua: Cómo hablar de dinero, un glosario de términos económicos seguido de un ensayito donde Lanchester acerca al profano los tecnicismos que nos quieren colar para hablar de asuntos que no quieren ser claros y diáfanos intencionadamente. Lanchester lo advierte y destapa tamaña hipocresía, ayudando a entender lo que es a menudo incomprensible para los ciudadanos que no saben de economía y a la vez están sometidos a su implacable tiranía.

El otro artista al que me estoy refiriendo es Miguel Brieva, del que ya me ocupé tiempo atrás, incluyendo aquí su entrevista capotiana, y glosando su revista Dinero para una de mis crónicas neoyorquinas. Dibujante portentoso, dueño de una mirada para analizar la situación sociopolítica inigualable, Brieva es uno de los críticos más contundentes de lo que significa ser persona en estos tiempos frívolos, deshumanizados, tecnológicos, injustos con los que menos tienen. Cada uno de sus álbumes los conservo como tesoros, como guías perfectas para mirar en derredor con ánimo humorístico y asimilar la crueldad política, la incultura que nos rige y la destrucción del planeta. Ahora aparece su primera novela gráfica, Lo que me está pasando, subtitulada Diarios de un joven emperdedor. Nunca antes había abordado Brieva un relato largo de estas características; a mi juicio, se hace farragoso, y el humor no impera como arma absoluta, por más que haya intentado reflejar la manera en que un joven se adentra en el mundo laboral en balde, pues no hay sitio para él. La técnica artística sigue siendo fabulosa, y sus genialidades se dejan adivinar viñeta tras viñeta, como por ejemplo acuñando el término crisismo, aquello en lo que parece que ya nos hemos asentado para no abandonar jamás, pero como cómic no alcanza las altas expectativas que uno se había hecho conforme a la calidad superlativa de sus trabajos anteriores.

martes, 24 de marzo de 2015

Entrevista capotiana a Enrique Lynch

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Enrique Lynch.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Me daría igual, con solo que fuese uno. He vivido en demasiados lugares diferentes.
¿Prefiere los animales a la gente?
De ninguna manera. Desconfío de cualquier forma de zoofilia.
¿Es usted cruel?
En absoluto. Soy frágil.
¿Tiene muchos amigos?
No. Tengo muchos enemigos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La lealtad y el arte de la conversación.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Uno se hace amigo de alguien cuando está seguro de que no habrá de ser defraudado por él.
¿Es usted una persona sincera? 
Por desgracia, sí. Soy amigo de la verdad.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
No tengo tiempo libre.
¿Qué le da más miedo?
Las discotecas y los grandes estadios.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La impostura y las mujeres embusteras.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me hubiera gustado saber tocar algún instrumento musical.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí. Me temo que también en esto soy bastante vulgar.
¿Sabe cocinar?
No. La cocina me aburre.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
El pato Gedeón.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Detesto la esperanza.
¿Y la más peligrosa?
Confianza.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Por supuesto. A unos cuantos.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy un individuo muy conservador.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un tipo normal.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La paranoia y la memoria, que son mis maldiciones. Y la moral de la vergüenza.
¿Y sus virtudes?
La fuerza de voluntad y el buen humor.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Qué pregunta…

T. M.

lunes, 23 de marzo de 2015

Un Orfeo en “El Reino de la Noche”, de Hodgson


Nueva colección en Hermida Editores, la lila que se inauguró con mi edición de unos cuentos de Quiroga y que se da en llamar La Caja de Pandora. La iniciativa agrupa aquellas obras que colindan con el horror, la ciencia ficción, lo fantástico, esta vez con uno de los relatos más raros y originales que uno ha podido conocer nunca, El Reino de la Noche, de William Hope Hodgson, autor muerto en la Gran Guerra y que Lovecraft admiraba mucho. Esta extensa novela, original de 1912, se había publicado en 1978 con la traducción de Francisco Cuso, y ahora se recupera para la dicha de los amantes del género del horror cósmico. La biografía y trayectoria de Hodgson no tienen desperdicio alguno; el lector encontrará un buen número de sus historias en la editorial Valdemar, que le dedicó mucha atención en los años noventa, y ahora tiene una cita con este Reino nocturno, en realidad un viaje órfico impulsado por el más puro romanticismo en el que el autor construyó todo un universo absolutamente único, incomparable, extraño y fantasioso en grado sumo, y que sería carne perfecta para un videojuego y una película hollywoodense. 

sábado, 21 de marzo de 2015

Luis Miguel Rabanal

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Luis Miguel Rabanal.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Olleir, entre otras cosas porque es el paraíso.
¿Prefiere los animales a la gente?
No, no, para nada.
¿Es usted cruel?
Pienso que no, al menos no conscientemente en la vida, digamos, real. Sí, en cambio, en la escritura, acostumbro a ser cruel con un personaje poemático que se me parece bastante los fines de semana.
¿Tiene muchos amigos?
No, solo los justos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La amistad, a secas, con lo que ella conlleva de alejarse más allá de lo perverso.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Siempre hay alguno que destaca por su reincidencia, pero nada grave.
¿Es usted una persona sincera? 
Lo intento, lo intento.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Ser tetrapléjico profesional las 24 larguísimas horas del día genera un tiempo libre más que maravilloso.
¿Qué le da más miedo?
La enfermedad de las dos personas que adoro.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
¿Don Mariano y sus secuaces, tal vez?
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Farero de noche, escenógrafo y soplagaitas mayormente.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Bachata, y de forma menos constante algo de lambada.
¿Sabe cocinar?
Claro, faltaría más. Mi especialidad podría ser la siguiente: caracoles con mucho mojo picón y un poquito de leche frita salteada.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A mi abuela Rolindes.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Ama.
¿Y la más peligrosa?
Arma.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No, no, no.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Izquierda republicana.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Arqueólogo, sin dudarlo.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Creo que los acumulo todos.
¿Y sus virtudes?
Creo que ya no me queda ninguna por explorar.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Hay varios momentos al cabo del día en los que me ahogo y jamás me imagino algo que no sea: quiero respirar quiero respirar quiero respirar quiero respirar quiero respirar.

T. M.

viernes, 20 de marzo de 2015

El suicidio de Venezuela


Las noticias se prodigan, todas malas: es el pueblo de Venezuela, que sufre; son las politiquerías perpetradas allá que lo llevan al sufrimiento. Desde 1998 y mi primer libro allí, Caracas y su gente y sus escritores forman parte de mis inquietudes y afectos. En recuerdo de ello recupero un hallazgo de hoy mismo, un texto titulado “José Antonio Ramos Sucre, al completo” (Revista Digital de la Asociación de Corresponsales de Prensa Iberoamericana, noviembre del 2012), en el que Jorge de Arco se hacía eco de mi edición de la poesía completa (Fundación BBVA-Biblioteca Sibila, Sevilla) del poeta insomne y suicida venezolano que solo podría ver con vigilia de horror lo que acontece en su país.

jueves, 19 de marzo de 2015

Entrevista capotiana a Juan Bautista Durán

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Juan Bautista Durán.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Mi casa, de donde ya salgo más bien poco.
¿Prefiere los animales a la gente?
Animales todos.
¿Es usted cruel?
No diría esto de mí.
¿Tiene muchos amigos?
Menos de los que quisiera, más de los que puedo contentar.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Empatía, comprensión, intereses comunes…
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
A los amigos hay que aceptarlos tal como son, decía mi abuela, persona de buenas amistades.
¿Es usted una persona sincera? 
Ésta es la prueba del algodón: cualquier respuesta que le dé faltaría a mi sinceridad.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Para un escritor no hay tiempo libre, estamos siempre al acecho, aun cuando callejeamos, hablamos con el quiosquero o comemos con la familia.
¿Qué le da más miedo?
La amargura.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
El mal uso de los recursos naturales y su continua degradación.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me habría metido en un bólido: siempre quise conducir un coche de Fórmula 1.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Escribo a mano.
¿Sabe cocinar?
Sé quejarme, pero bueno, me las arreglo medianamente en la cocina.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Juan Carlos Onetti.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? ¿Y la más peligrosa?
Todas las palabras tienen su revés, y una palabra sin revés, si la hubiera, es peligrosa, por obtusa, así que no puedo confiar en una o en otra, sino en el tejido que juntas alcancen. Y esto también puede ser peligroso, por cierto. 
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sólo bajo juramento y en el confesionario podría decirlo. O por escrito, a través de la ficción.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Incorrectas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
El otro, el que me mira y sabe de mí lo que yo jamás podré entender.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Yo diría que la pereza y el malhumor, pero esto lo sabe mejor el otro.
¿Y sus virtudes?
La parte ifantil.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Pues ojalá no me esté nunca ahogando. El que me salve tendrá que tragarse mi primer todo y mis sentimientos más remotos, ésos que de nosotros mismos se esconden.

T. M. 

miércoles, 18 de marzo de 2015

Actualidad del viajero y retratista Julio Camba


Dentro de ¿poco? publicaré un libro en el que una frase genial de Julio Camba tiene un gran protagonismo. La extraje de un libro publicado hace bastantes años, y es ahora, en estos últimos tiempos, cuando su figura como cronista de viajes sobre todo está reapareciendo con fulgor. En parte gracias a la labor magnífica de la editorial Fórcola, con tres ediciones a cargo de Francisco Fuster, y también a la editorial Renacimiento, que acaba de publicar La ciudad automática, al cuidado de José Luis García Martín. De Camba y sus maravillosos textos viajeros, llenos de humor e inteligencia sin igual, me atrevería a decir lo que Borges comentaba de Chesterton, aquello de que cada una de sus páginas transmitía una felicidad.

martes, 17 de marzo de 2015

Entrevista capotiana a Juan Guinot

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Juan Guinot.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Un templo en el Himalaya.
¿Prefiere los animales a la gente?
Gente.
¿Es usted cruel?
Sí.
¿Tiene muchos amigos?
Sí.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Respeto de él mismo, de los demás y apertura para compartir sin expectativa de recibir nada a cambio.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Sí.
¿Es usted una persona sincera? 
Lo intento.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Caminar (viajar), charlar con amigos, hacer yoga, ver una película, leer.
¿Qué le da más miedo?
Los empresarios, banqueros, fanáticos y políticos.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La pobreza en la calle y la pobreza en boca de los ricos y políticos (y sobre todo de políticos ricos). La opción elegida por las mayorías de vivir en un planeta cada vez menos sano a favor de las necesidades infinitas del consumo.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Una huerta ecológica.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Yoga.
¿Sabe cocinar?
Sí.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Philip K. Dick.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Escucho.
¿Y la más peligrosa?
Aconsejo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Verde.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un OVNI.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El vino y el mate.
¿Y sus virtudes?
La perseverancia, el sacrificio y el culto a la búsqueda del máximo goce que no joda al otro.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
La cara de mi hijo.

T. M.