viernes, 30 de septiembre de 2011
Desear es poseer
jueves, 29 de septiembre de 2011
Una princesa de barrio
Un delirio genial, una corrosiva crítica a la modernidad en forma de burla al consumismo, a la mercadotecnia y a la tecnología cibernética sustentan esta novela, la segunda, del murciano Enrique Rubio (1978). En ella todo es sorprendente, atrevido, desenfadado, travieso, y a la vez se trata de una obra perfectamente pergeñada ya desde su raro título, Tania con i® 56.ª edición. El protagonista, un joven escritor llamado Guillermo Ruano, lleva todo el peso de la narración, aunque la protagonista sea su biografiada, Antonia Moreno, natural de un pueblo de la España profunda y que devendrá un icono universal a medida que picotee de todas las tendencias sociales y culturales que han dado los últimos lustros, desde lo hippie y neo-punk hasta el misticismo orientaloide, pasando por la fase indie y comunista y misionera y gótica y…
De este modo Rubio desnuda las presurosas modas postmodernas con un desparpajo y humor extraordinarios. Y lo hace con recursos tan acertados como asombrosos: la novela es el libro que está escribiendo Guillermo, una biografía encargada por una editorial de la que se hará llamar Tania con i, y en ese recorrido el autor disemina apuntes, correos electrónicos, referencias personales, trozos del diario de la propia muchacha e intervenciones de personajes que aparecen desde la primera página y que aportan opiniones sobre la chica: el sociólogo, el periodista, la psicóloga y diversas amigas barriobajeras. Estos estereotipos, la industria editorial –ávida por sacar réditos de la muerte de Tania– y la intelectualidad son carnaza sarcástica para Rubio, gran observador de este mundo manufacturado que nos rodea.
Tania con i será un mero producto; la encarnación de una princesa de barrio, de una manera ansiosa y cutre de sintonizar con cualquier moda juvenil que se precie. Es el fenómeno de las “juanis” cuyas ansias de sofisticación no pueden ocultar su humilde procedencia y que sólo buscan lo que todos: encajar en la sociedad.
Publicado en La Razón, 29-IX-2011
jueves, 22 de septiembre de 2011
Criminales a su pesar
miércoles, 21 de septiembre de 2011
La mafia del puerto
domingo, 18 de septiembre de 2011
Reedición de "La ciudad gris"
Quince años más tarde, acudo a mi diario de entonces. El efecto de la taberna en la que me encuentro, a las afueras de Dublín, se proyecta en mi letra irregular, embriagada. Pero la frase es directa y reproduce lo que un deseo romántico me estaba ordenando: crear un poemario sobre la ciudad de la que me enamoré —cómo usar otra palabra— ya en mi anterior visita, dos años atrás. El propósito empezó el 26 de abril y terminó el 17 de septiembre de 1996. Fueron cincuenta poemas escritos en Barcelona, aunque durante cinco meses no salí de Irlanda. Se trató de mi melancólica forma de encajar en una huida ansiada: la flecha de la brújula por fin había parado su demente giro y señalaba, fija, un rumbo. Tres lustros después de concebir La ciudad gris, una década de que viera la luz tardía y precariamente, aquel amor prosigue en su leal recuerdo. Una lealtad que ahora vuelve a alumbrar este libro y su segunda oportunidad.
T. M. G. 15/mayo/2011
jueves, 15 de septiembre de 2011
Jerusalén, en cuerpo y alma
Son palabras del narrador y político inglés Benjamin Disraeli que el autor de Jerusalén. La biografía (traducción de Rosa María Salleras) retoma para hablarnos en la primera página de cómo la urbe israelita «es la morada de un Dios, la capital de dos pueblos, el templo de tres religiones, y la única ciudad del mundo que existe dos veces, en el cielo y en la tierra».
Publicado en La Razón, 15-IX-2011
domingo, 11 de septiembre de 2011
Entrevista capotiana a Fernando Iwasaki
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Por supuesto, mi casa. Precisamente, una de mis fantasías es que me condenan a cinco años de arresto domiciliario. ¡Tengo tantas lecturas pendientes!
¿Prefiere los animales a la gente? Prefiero a los animales que conozco antes que a la gente desconocida. Por lo tanto, debo ser peor que Noé, quien incluso se rodeó de animales desconocidos.
¿Es usted cruel? Sí, pero sólo con las personas jurídicas.
¿Tiene muchos amigos? Sin duda más de los que merezco.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Creo que a los amigos no hay que demandarles nada. Los amigos de la infancia o del barrio –por ejemplo- casi nunca tienen nada en común con los amigos de la universidad o del trabajo, pero son imprescindibles. Los amigos siempre son un regalo.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? Si son amigos verdaderos no tendría razones para decepcionarme, porque sólo quien tiene expectativas concretas puede experimentar una decepción.
¿Es usted una persona sincera? La sinceridad no se demuestra con palabras sino con actos. De hecho, cada vez que alguien nos dice «¿quieres que sea sincero contigo?», más vale prepararse para lo peor. La sinceridad no es ciega, pero debería ser sordomuda.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Llevo más de treinta años sin tener tiempo libre. Todo mi tiempo es laboral, porque cuando no trabajo para otros trabajo para mí. Los domingos, los festivos, las noches y las madrugadas son mis horarios de trabajo. Y si viajo a una Feria del Libro o dirijo un curso de verano, me lo descuento de mis vacaciones.
¿Qué le da más miedo? No poder pagar mi hipoteca.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La gente que se escandaliza me llama la atención. Sobre todo ahora que los transgresores de antaño son los mojigatos de hogaño.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Habría sido músico, que también es una actividad creativa. Sin embargo, antes de dedicarme a escribir enseñaba en la universidad y reconozco que echo de menos la docencia, porque me encanta la enseñanza.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Cavo agujeros, siego malahierbas, planto árboles, rastrillo la tierra, llevo un huerto, acarreo sacos de abono y preparo la leña para los inviernos, pero no tengo tiempo para jugar al paddle.
¿Sabe cocinar? Pero sólo comida peruana. Y además soy cocinero arcaico, pues no entiendo la vitrocerámica y todavía no sé manipular el horno de microondas.
Si el Reader's Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Siempre elegiría a un personaje olvidado: escritores desleídos, artistas menores o pensadores preteridos.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? El Ying.
¿Y la más peligrosa? El Yang.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No, pero los he borrado de la agenda, que para el caso es lo mismo.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Anarco-Liberal.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Superhéroe de cómic.
¿Cuáles son sus vicios principales? Los cómics de superhéroes.
¿Y sus virtudes? ¿Quiere decir mis poderes?
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? ¡Menos mal que pagué el seguro de vida de la hipoteca!
jueves, 8 de septiembre de 2011
La amistad de los opuestos
lunes, 5 de septiembre de 2011
¡Pasen y vean!
A comienzos de los años treinta del siglo XIX, un joven Charles Dickens busca la manera de ganarse la vida escribiendo en la prensa londinense. La suerte está de su lado: sus llamados «Esbozos», que firma con el seudónimo «Boz», le reportan notoriedad en un par de publicaciones, a lo que se añade Los documentos póstumos del Club Pickwick, cuya primera entrega ve la luz dos días antes de casarse, en 1836, precisamente con la hija de uno de sus jefes. Este Dickens ducho en entornos periodísticos empieza a ver su senda como novelista, y se hace valer: pide trescientas libras por un libro que le encargan, cuando su sueldo mensual como editor de la revista Bentley’s Miscellany es de cuarenta.
Estos y otros detalles vienen de la mano de Eduardo Berti, que prologa y traduce Memorias de Joseph Grimaldi (Páginas de Espuma), publicadas en 1838, poco después de que muriera el más célebre payaso que han dado las islas británicas, aún recordado, pues «Joey», su «nombre de guerra», apunta el escritor argentino, se utiliza en Inglaterra como sinónimo de «clown». Así, «la vigencia de Grimaldi se comprueba una vez por año, cada primer domingo de febrero, cuando cientos de payasos, arlequines y mimos del mundo entero se dan cita en Haggerston (…) para celebrar una misa en homenaje a Joey, a la que religiosamente sigue un espectáculo».
El proceso de creación de estas memorias tuvo una trayectoria curiosa: Grimaldi preparó su autobiografía y pidió ayuda a un dramaturgo llamado T. E. Wilks para que le ayudara a limarla. A la muerte del payaso, Wilks ofreció el libro al editor Richard Bentley, que a la sazón estaba divulgando la serie de Oliver Twist de Dickens. Y como vio el texto tan mal escrito no dudó en proponerle a su exitoso escritor que lo mejorara para ser publicado. Su comercialidad estaba asegurada; no en vano, Grimaldi había sido todo un ídolo durante sus cincuenta años de carrera en los mejores teatros de Londres (apareció en un escenario con dos años de edad; no en balde era hijo de un maestro de ballet y de una bailarina). Dickens, en apenas dos meses, dejó lista la reescritura, se dice que dictándola a su propio padre, que a la vez necesitaba dinero tras su paso por la cárcel por deudas. No hay que dudar sin embargo de la autoría, puesto que como apunta Berti, «la estructura episódica de las Memorias se parece a las primeras obras de Dickens, llenas de coloridas experiencias y de imborrables personajes secundarios».
Algo de especial vería Dickens en Grimaldi para acometer una labor que a la postre iba a ser muy rentable para la editorial: el mismo origen de pobreza, la atracción por el mundo teatral (el escritor estudió interpretación e intentó en vano aparecer en alguna obra en su juventud), un mismo sesgo cómico, aunque en su caso de carácter narrativo. Lo cierto es que Dickens alcanzó con creces su objetivo. Dickens nos introduce en el ambiente del entretenimiento popular, en el que el abuelo y el padre de Grimaldi ya destacaban con sus bufonadas, incluso frente a los miembros de las monarquías italiana y francesa. No extraña que de esa ascendencia surgiera un genio como Joseph, que cautivó al público desde su primer papel en una pantomima de Robinson Crusoe: «Pronto se convirtió en alguien muy querido delante y detrás del telón». Hasta el punto de que pasó a formar parte del teatro Drury Lane hasta su muerte.
Es impactante el pasaje en que Dickens cuenta cómo, por una travesura, Grimaldi padre dio una paliza a su hijo, lo que no impidió que éste subiera a escena: el resultado es que el público se desternilló de risa al verlo en ese estado y el padre siguió pegándole. «Este episodio ilustra bien ciertos misterios de la vida de los actores», dice Dickens. Es el payaso de ojos tristes que provoca carcajadas. Joseph iba a encaminarse hacia una vida durísima, trabajando en dos teatros, casi sin tiempo para desplazarse, seis días a la semana. Una vida de infortunios y enfermedades oculta tras la sonrisa de un payaso, al decir de Dickens, «sensible y refinado», que dejó dicho en su autobiografía: «La vida es un juego que hay que jugar».
Publicado en La Razón, 5-IX-2011